Atado y bien atado
- El franquismo sistematizó un orden institucional basado en el amiguismo
Julio Anguita
El 30 de diciembre de 1969, en su tradicional mensaje de Navidad, el dictador Francisco Franco pronunció las palabras que dan título a este artículo que ustedes están viendo. Probablemente creyera que la arquitectura jurídico-política de su régimen, con un monarca designado por él, resistiera los tiempos posteriores a su muerte. Se equivocó totalmente; los intereses económicos, grupales y de poder que habían medrado con su dictadura, las previsiones extranjeras y las luchas sociales, precipitaron un cambio que, con lentitud, desmontó el andamiaje institucional. También se equivocaron quienes creyeran a su vez que el nuevo esquema institucional impuesto en España, de factura no dictatorial, iba a producir un proceso de saneamiento político, funcional y moral profundo.
El general Franco construyó, manu militari y el terror planificado, un sistema político que ya venía de siglos anteriores, exactamente desde la Contrarreforma Católica y su inseparable alianza entre el Trono y el Altar y que culminó en el reinado de Fernando VII. Un sistema de funcionamiento social que se basaba en el misoneísmo, la sospecha ante todo lo que sonara someramente a nuevo, la aceptación social de la censura y su reproducción en la vida cotidiana, el miedo a pensar y no digamos ya a pensar algo diferente, el ensimismamiento casticista y el banal orgullo de ser diferentes. Y todo ello al servicio de una inmutable y secular estructura de la propiedad privada.
El franquismo sistematizó las conductas, las formas y los modos de un orden institucional penetrado por mecanismos de funcionamiento basados en estructuras de amiguismo, camarillas de intereses económicos y grupos corporativos que tenían como engañoso lema de cara al exterior el "apoliticismo" de sus motivaciones y la estructura de un doble Estado español. La hipocresía institucional y social se erigió en norma de conducta socialmente aceptada por la mayoría de los que habitan en este país. Todo estaba permitido, siempre y cuando no se cuestionase la Autoridad eclesial o política del momento. El principio de que la ley se acata, pero no se cumple, facilitó, y mucho, el despliegue del enchufismo, la amoralidad e inmoralidad de la burocracia y sus servidores, la Justicia generalmente genuflexa y el saqueo de lo público.
Y junto a ello, un patriotismo exagerado debido a su extracción militar, aunque cuartelaria y africanista, en el que el moro ejercía de cabeza de turco. Sí, se quedó bien atado, como dijo el dictador aquel 30 de diciembre de 1969.