Visibilidad e invasión
Joaquín Leguina
Se le atribuye a Miguel de Unamuno una sentencia que dice: "Que hablen de mí, aunque sea mal", y en que hablen de ellos consiste la visibilidad que reclaman para sí algunos grupos sociales (colectivos, se llaman a sí mismos). Pero la visibilidad que piden no es tanto la de don Miguel como la impunidad del noble medieval. Me explico: Si usted critica a una mujer, cualquiera que sea, será tachado de machista. Si un gay roba en una tienda y es detenido, se trata de un ataque a los LGTB. Aclaro: estas caricaturas sólo pretenden mostrar una tendencia.
En fin, que hemos acabado con las clases y nos hemos convertido en defensores de los colectivos. Y no queda ahí la cosa, sino que esa colectivización ha vuelto su mirada al pasado. De esa suerte, la evidente división de funciones que discriminaba a las mujeres en los siglos anteriores a éste se pretende reescribir en el siglo XXI y así se descubren cada día nuevos genios femeninos en la pintura del siglo XVII o magníficas científicas en el siglo XIX, que, según el feminismo hoy reinante, no llegaron a los libros de texto no por su irrelevancia sino porque el "heteropatriarcado" las fue tachando de la Historia. No es sólo que las mujeres fueran claramente discriminadas a la hora de ejercer las artes o las ciencias, es que, además, el "heteropatriarcado" ha borrado a las que llegaron a destacar en esos oficios y en esta deriva se pretende hoy colocar a Gloria Fuertes al nivel de García Lorca.
Un mínimo análisis socio-histórico echaría por tierra semejantes simplezas, pero nada les importa la verdad a los devotos de la corrección política. Ellos a lo suyo, y lo suyo es la invasión del espacio público, apoderándose, por ejemplo, del pensamiento y las demandas de las mujeres, que son más de la mitad de la Humanidad, usando mecanismos tan injustos como el de la "discriminación positiva", como si no fuera cierto que la discriminación siempre es positiva para quienes se benefician de ella y negativa para el resto del mundo.
La simplificación argumental de cualquier problema o relación social complejos encierra siempre una desviación de la verdad y, en el límite, una mentira. Por ejemplo, cuando las relaciones que se pretenden explicar son tan complejas como las que se establecen entre varones y mujeres el asunto no puede despacharse jamás -y menos en el siglo XXI- mediante un concepto tan omniexplicativo como es el llamado heteropatriarcado. Hace unos días oí al pensador esloveno Slavoj Zizek decir, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid lo siguiente: "Cuando las mujeres se visten provocativas, se objetualizan para atraer al hombre. [...] Rechazo la crítica a la objetualización de las mujeres que hace el feminismo radical. Estoy a favor de esa objetualización porque es uno de los mayores logros de la liberación sexual". Por raro que parezca, Zizek salió vivo de allí y aún no se ha sabido de su lapidación a manos de las feministas radicales.