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Del dólar al 'e-DEG'


    Andrew Sheng

    A medida que aumenta el riesgo de una guerra comercial entre EEUU y China, la creación de un sistema monetario justo y geopolíticamente neutral se ha vuelto cada vez más urgente. El cambio de un orden mundial unipolar a multipolar no ha sido especialmente ordenado. Sin embargo, ha producido una especie de no sistema monetario que depende de un modelo impulsado por la deuda, basado en el dólar, que es demasiado procíclico, frágil y potencialmente sesgado para apoyar la gestión de los conflictos comerciales.

    La raíz del problema son los desequilibrios estructurales del comercio y de la balanza por cuenta corriente que se derivan del llamado dilema de Triffin: para satisfacer la demanda mundial de dólares de los EEUU como moneda de reserva, los EEUU deben registrar persistentes déficit por cuenta corriente con el resto del mundo. El año pasado, ese déficit alcanzó los 474.000 millones de dólares, o el 2,4% del PIB de los Estados Unidos.

    Sin duda, la garantía de que los EEUU, como emisor de la divisa de reserva internacional dominante, pueda adquirir financiación a bajo coste para su déficit fiscal y su deuda nacional equivale a lo que el expresidente francés Valéry Giscard d'Estaing llamó célebremente el "privilegio exorbitante" de los EEUU.

    Pero ese privilegio puede erosionar la disciplina fiscal del país, como lo ha hecho en los últimos años, resultando en altos déficit federales (833.000 millones de dólares, o el 4,2% del PIB, en 2018) y un aumento de la deuda federal (21 billones de dólares, o el 104% del PIB, a partir de marzo).

    Las políticas llevadas a cabo por la Administración de Donald Trump exacerban esta tendencia. Los recientes recortes fiscales y el aumento del gasto militar han llevado al Fondo Monetario Internacional (FMI) a estimar que la posición de inversión internacional de EEUU se deteriorará en los próximos años, con un pasivo neto que alcanzará el 50% del PIB en 2022.

    Además, las amenazas de Trump de guerras comerciales y monetarias están alimentando el temor de que el dólar estadounidense se convierta en un arma en las disputas geopolíticas. Esta medida provocaría una inmensa volatilidad en todo el sistema monetario internacional, lo que llevaría a la crisis a muchas economías, como las que vinculan sus monedas con el dólar estadounidense o mantienen un gran volumen de reservas en dólares.

    Por supuesto, el dilema de Triffin puede evitarse, y la enorme influencia de EEUU sobre el sistema monetario puede reducirse. Todo lo que se necesita es una moneda de reserva importante que no sea emitida por una autoridad nacional. Se suponía que el oro cumpliría esta función, pero no podía satisfacer la demanda de liquidez global y una reserva de valor.

    Una mejor opción es el Derecho Especial de Giro (DEG) del FMI, que, según la segunda enmienda del Convenio Constitutivo del organismo, debería convertirse en el "principal activo de reserva" del mundo. Algunos -entre ellos el exgobernador del Banco Popular de China, Zhou Xiaochuan, y el exministro de Finanzas colombiano, José Antonio Ocampo- han defendido desde entonces el seguimiento de ese plan.

    Sin embargo, el DEG no se utiliza lo suficiente como para servir de moneda de reserva internacional. Según un informe de la Iniciativa Real del Palais, una manera clave de elevar la posición global de los DEG es a través de "asignaciones regulares de DEG bajo las salvaguardias apropiadas" o incluso asignaciones "en circunstancias excepcionales". El informe también pide al FMI que colabore con el sector privado "para explorar formas en las que los DEG puedan utilizarse más ampliamente en las transacciones privadas".

    Un obstáculo clave para el DEG han sido siempre los intereses geopolíticos y las prioridades de los bancos centrales emisores de reservas (no sólo EEUU, sino también la zona euro, China, Japón y el Reino Unido). Pero el advenimiento de las criptocurrencies puede ofrecer otro camino: el sector privado puede trabajar directamente con los bancos centrales para crear un DEG digital y utilizarlo como unidad de cuenta y almacén de valor.

    Un e-DEG de este tipo sería, en cierto sentido, el activo de reserva por excelencia, ya que estaría totalmente respaldado por monedas de reserva, en la proporción determinada por el FMI. La oferta de e-DEG dependería completamente de la demanda del mercado.

    Por supuesto, para permitir un cambio gradual del dólar estadounidense a un e-DEG como moneda de reserva internacional dominante, sería necesario crear un mercado monetario suficientemente grande denominado e-DEG. A tal fin, debe crearse un organismo políticamente neutral, propiedad del sector privado o de los bancos centrales, para emitir el activo. Los bancos centrales participantes y los gestores de activos tendrían que canjear sus reservas de divisas por DEG electrónicos.

    Una vez que el sector privado llegue a ver el e-DEG como una unidad de cuenta menos volátil que los componentes monetarios individuales, los administradores de activos, los comerciantes y los inversores podrían comenzar a fijar el precio de sus bienes y servicios, y a valorar sus activos y pasivos en consecuencia. Por ejemplo, la masiva iniciativa del Gobierno chino Belt and Road Initiative podría llevarse a cabo en e-DEG. A más largo plazo, un centro financiero internacional, como Londres o Hong Kong, podría liderar la experimentación con e-DEG utilizando tecnología blockchain, con la creación de facilidades especiales de swap para hacer el activo más líquido.

    Otro imperativo sería crear un mercado de deuda denominado e-DEG, que atraería a los países que deseen evitar quedar atrapados en el fuego cruzado entre los países emisores de reservas. Las empresas multinacionales y las instituciones financieras regionales e internacionales deberían proporcionar el suministro de activos necesario. Por el lado de la demanda, las deudas bancarias a largo plazo denominadas en e-DEG podrían ser utilizadas por fondos de pensiones, compañías de seguros y fondos soberanos.

    El mercado de deuda en e-DEG sería incluso bueno para todas las monedas de reserva -excepto el dólar estadounidense-, ya que su peso a la hora de determinar el valor del activo supera su participación actual en los mercados de divisas. A más largo plazo, el aumento del e-DEG podría ejercer una mayor presión sobre los EEUU para frenar su gasto.

    El aumento de las criptomonedas ha creado una oportunidad única para que las fuerzas del mercado encabecen un cambio hacia un activo de reserva verdaderamente neutral. Con el liderazgo estadounidense más impredecible que nunca, es una oportunidad que no se debe perder.

    © Project Syndicate