Firmas

España en llamas

    <i>Foto: Efe</i>.

    Ana Samboal

    En 2012, cuando la prima de riesgo subía desbocada, el recién llegado gobierno de Mariano Rajoy era consciente de que tenía por delante una tarea de titanes. Con el objetivo de reflotar la economía, evitando como fuera el rescate, había que ir haciendo reformas, ajustes y recortes para tratar de enderezar paulatinamente la situación. Sabía que iban a tocar prebendas, privilegios y derechos consolidados, por eso arrastraban los pies, moviendo ficha solo cuando lo demandaban los acontecimientos o apretaban las tuercas las autoridades comunitarias. En privado, se justificaban. Poco a poco, comentaba una persona del PP con responsabilidades ejecutivas, "no podemos incendiar al mismo tiempo todos los campos". Siempre se podrá discutir si se pudo hacer más con menos, pero aquel Gabinete, conformado por profesionales de perfil técnico con la suficiente sangre fría para aguantar la presión, logró hacer frente al envite con éxito: aunque haya severos problemas estructurales por resolver, la economía española es hoy una de las más pujantes de Europa. Sin embargo, concentrados como estaban en los números, pensando que el bálsamo de Fierabrás era cuadrar las cuentas, descuidaron la política. No es lo suyo, son gentes de oposiciones y cuadernos. Y se han encontrado con que, cuando todavía están calientes las brasas en algunos sectores económicos, es el incendio de la nación, el que atañe a nuestra propia esencia, el que arde por los cuatro costados de la península. Cataluña parece ingobernable, porque a la ingenuidad o negligencia a la hora de entender un problema que viene de atrás se suma ahora una torpe gestión que ha dejado en manos de los jueces la resolución del problema. La renuencia del Gobierno a actuar le ha dejado atado de pies y manos. Ni siquiera parece capaz de garantizar la enseñanza en español en todo el territorio. Los nacionalistas, aliados con la izquierda antisistema radical, han tomado buena nota. Le han cogido la medida y con la antorcha recogida en Barcelona prenden simultáneamente los campos de Baleares, Valencia o Asturias. Solo faltaban los nacionalistas vascos, que, a su manera, ya se han sumado al aquelarre. El fuego, lejos de amainar, se aviva. Que ETA haya entrado en escena, con ese infame comunicado en el que dice que pide perdón, indica que esto todavía puede ir a peor. La ocasión la pintan calva: el Gobierno parece débil.

    Rajoy llegó vivo a 2012 a costa de una generosa mayoría parlamentaria y perdiendo para el PP los ayuntamientos de las principales ciudades y alguna región relevante, como Valencia.

    Hoy, con Madrid en almoneda y el resto en cuestión en las próximas elecciones, todo apunta a que el objetivo es acabar la legislatura, esperando a que amaine la tensión nacionalista, quien sabe si a costa de cebarla, pero aguantando a que pase el chaparrón de los juicios que acechan a su partido y que se resolverán en los próximos meses. Rajoy llegará a 2020. La cuestión es a qué precio.