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Inteligencia Artificial: ¿da o quita trabajo?

    Imagen: Dreamstime.

    Frédéric Durand

    En los últimos meses, la Inteligencia Artificial (IA) está apareciendo en los grandes medios generalistas, ocupando cada vez más espacio en los mismos, que tratan de sus aplicaciones en el corto plazo y nos hablan de cómo va a cambiar nuestras vidas en un futuro no tan lejano. Antes de la IA, debemos remontarnos a la carrera espacial y a los primeros pasos del Hombre sobre la luna para encontrar un hito científico y técnico que haya despertado tanto interés en la sociedad. Durante los últimos dos años, el término de la IA ha estado presente regularmente en las noticias y parece que nada se escapa a esta disciplina.

    Sobre el desarrollo de la IA, la mayoría de las personas (un 63 por ciento, según una reciente encuesta) afirma "sentir curiosidad". Cabe señalar que solamente un 11 por ciento de los encuestados admite sentirse "apasionado" por esta tecnología frente a la "preocupación" que muestra un 41 por ciento. Las grandes preocupaciones que podrían obstaculizar el desarrollo y la expansión de la IA son su impacto en el empleo, en la democracia, en la privacidad e incluso en las relaciones personales.

    Cuando el 48 por ciento de los trabajadores en activo encuestados afirman que están seguros o que es probable que a largo plazo su trabajo sea realizado por una máquina, es sorprendente que esto no disminuya, aún más, el entusiasmo frente a las oportunidades que la IA ofrece para la economía en general.

    Es conveniente decir que no sabemos cuántos trabajos destruirá la IA en los próximos años y agregar que confiamos en que creará muchos más empleos de los que destruirá. Tiene algo de tranquilizador pensar que, al final, siempre terminamos por salir adelante. De todas formas, si nos preguntamos por el horizonte temporal en el que se van a dar esos cambios que augura el impulso de la IA, no queda bien claro de qué tiempo estamos hablando ¿Cinco años, 10, 20, 50? Incluso los expertos más audaces evitan concretar la fecha, dejando este aspecto a los profetas, especialmente aquellos del transhumanismo, para quienes el futuro no está en duda: ellos están seguros que, de una forma o de otra, en nuestra vieja tierra o en cualquier otro lado, saldrán adelante gracias a la tecnología. ¡Y podrán hacerlo para la eternidad, nada menos!

    No parece que la eternidad sea la primera preocupación de quien se pregunta si su trabajo puede desaparecer y cuándo es posible que suceda. Este trabajador tiene miedo de pasar el resto de su vida profesional reconvirtiéndose y formándose para mantenerse entre "aquellos perfiles profesionales necesarios para la economía". Y los encuestadores se preguntan por qué los jóvenes no se muestran más convencidos de la IA, se sorprenden de que el 68 por ciento de los encuestados de entre 18 y 24 años piensen que su trabajo será realizado por una máquina

    Observando la cuestión desde el otro lado, los directivos mundiales y españoles consideran que los cambios tecnológicos, como la IA, serán la principal disrupción que afectará a sus negocios durante los próximos cinco años, y afirman que la captación de talento digital es un tema cada vez más prioritario para ellos. Esto se desprende de los datos publicados por la XXI Encuesta Mundial de CEOs, elaborada por PwC y presentada en el Foro Económico Mundial de Davos. Para los directivos españoles, la disponibilidad de habilidades clave en los trabajadores es vista como la mayor amenaza, siendo un tema muy preocupante para el 27 por ciento de los máximos directivos. Por lo tanto parece claro que, si bien hay actividades que las máquinas van a poder desarrollar mejor que los humanos, la tecnología abre un campo de posibilidades para los trabajadores que sepan reciclarse y formarse en las nuevas disciplinas. Las compañías están demandando una serie de perfiles para cubrir nuevos puestos en sus organigramas.

    Lo que pretende la aplicación de la IA, si entendemos que se trata de una herramienta a nuestro servicio, no es sustituir a los trabajadores, sino facilitar su labor y, en algunos casos, evitarles las tareas más desagradables, pesadas o repetitivas, a la vez que proporciona ventajas a las compañías, ya sea mejorando procesos, ahorrando costes, etc.