Firmas
Brecha salarial
Joaquín Leguina
A la hora de analizar la desigualdad salarial, la variable sexo (género) explica mucho menos que la variable clase u origen social. Sin embargo, últimamente cuando se habla, escribe o legisla sobre "igualdad" la única variable de la que se habla es el género. Y en efecto, existen en todos los niveles de la administración direcciones generales "de igualdad" que sólo se ocupan de esa variable, el "género"; parecería que la lucha de clases se ha sustituido por la lucha de sexos.
En ese mismo sentido se habla y se escribe de la "brecha salarial", usando como indicador de esa discriminación de las mujeres el salario medio, que, como todas las medias, no explica nada. Existe discriminación cuando a horario, nivel profesional, dedicación, antigüedad... iguales en varones y mujeres, éstas cobran menos precisamente por ser mujeres.
Oigamos lo que ha dicho a este propósito el canadiense Jordan B. Peterson, autor del libro Doce reglas para la vida: "La edad es una variable, pero la más importante son los intereses. Un dato contracorriente: las mujeres solteras de menos de 30 años cobran más que los hombres en esa misma franja de edad. La personalidad es otra, muy relevante: las personas agradables cobran menos que las personas desagradables. Les cuesta más pedir un aumento de sueldo. Triste pero cierto. Y resulta que, de media, las mujeres son más agradables que los hombres. Esto produce un sesgo a favor de los hombres, que no es fruto de ningún prejuicio machista; si acaso es una injusticia con las personas amables del sexo que sean. Finalmente, los intereses: a los hombres les interesan más las cosas y a las mujeres, las personas. Y las profesiones relacionadas con las cosas están mejor pagadas que las profesiones relacionadas con las personas. Ejemplos: Ingeniero y enfermera. Banquero y maestra".
Hipólito Simón, en un reciente artículo incidía en la misma dirección, señalando que hay factores explicativos que influyen en la existencia de diferencias salariales entre hombres y mujeres, como son los rasgos psicológicos o habilidades no cognitivas que pueden influir en los resultados laborales a través de sus preferencias o actitudes. "Así, si bien las mujeres presentan ventajas en ciertas áreas, como las relaciones interpersonales, los hombres parecen presentar una menor aversión al riesgo y una mayor propensión a negociar y a competir, lo que podría favorecer sus salarios [...] incluyendo la elección de ocupaciones y campos de estudio con mejores remuneraciones". Y a propósito de lo ocurrido en este campo durante la crisis, añadía: "Es probable que las mujeres que se han incorporado en los últimos años a la fuerza laboral desde la inactividad tengan menos experiencia laboral y un nivel de cualificación inferior, 'empeorando' así ello las características de conjunto de las mujeres empleadas".
Por lo tanto, si se quiere combatir esa discriminación salarial, lo primero que es necesario hacer es analizar el asunto con bastantes más criterios que la brocha gorda.