Cuando el déficit es saludable
José María Triper
En economía con el déficit pasa como en la salud con el colesterol, que lo hay bueno y lo hay malo. Y eso es extrapolable hoy a los datos de nuestro comercio exterior durante el último ejercicio, donde los árboles del aumento en el déficit comercial pueden impedir adentrarse en un bosque de excelentes resultados que revelan, ahora sí, un crecimiento de la economía española firme y saludable.
En primer lugar, y analizando el crecimiento de los árboles del déficit, se observa que este es consecuencia de dos factores esenciales: la subida de un 10,5% de las importaciones y el coste de nuestra factura energética que en 2017 se incrementó en 8.875 millones de euros, un 30% más que en el año precedente. Factores ambos que son indicativos de una importante recuperación de la demanda interna, tanto de consumo como de inversión. Aunque en el caso de la energía está fuertemente condicionado por el aumento de los precios del barril y en los futuros del crudo norteamericano que le ha llevado a los precios máximos en tres años. Pero si nos adentramos en el bosque, nos encontramos que España ha cerrado el año 2017 con un nuevo máximo histórico de las exportaciones, más de 277.000 millones de euros, superando en un 8,7% el récord de 2016.
Un éxito indudable en sí mismo pero que cobra aún más valor cuando observamos la solidez de los pilares sobre los que se sustenta, como el espectacular crecimiento de nuestra base exportadora, la consolidación y mejora en el número de empresas españolas que realizan una actividad internacional de forma regular, el incremento en nuestra oferta exportadora de productos de mayor calidad, tecnología, valor añadido y, por tanto de mayor precio; y una todavía escasa pero paulatina diversificación de los mercados de destino. A ellos habría que añadir un factor exógeno, como es la recuperación de la demanda europea por la recuperación de las economías de la Unión Europea.
A los números, que como el algodón no engañan, nos remitimos. En 2017 se contabilizaron 161.454 empresas exportadoras, un 8,5% más que en el ejercicio precedente y el número de exportadores permanentes subió a 50.562 compañías, cifras récord en ambos casos. Al igual que ocurre con el número de empresas que venden más de 250 millones en el exterior, un total de 123 con un 17,1% más de incremento interanual. Y si analizamos la composición sectorial de nuestras ventas fuera vemos como los sectores que más contribuyeron a la tasa de variación anual de las exportaciones fueron los productos energéticos, bienes de equipo, y productos químicos, que junto con la alimentación y el automóvil aportan el 74,5% de todas las ventas españolas fuera de nuestras fronteras.
Este empuje exportador es el que ha permitido aumentar un 163%, hasta 607,9 millones de euros, nuestro superávit comercial con la Unión Europea, generar un abultado superávit de la balanza de servicios e incrementar paulatinamente el superávit de la balanza por cuenta corriente. A falta del cierre anual del Banco de España se puede asegurar ya que en 2017 España ha cosechado su sexto superávit consecutivo de balanza de pagos. Y los datos definitivos del Ministerio de Economía confirman que el peso de las exportaciones en la economía ha aumentado un 53%, hasta representar el 21,6% del PIB, otro máximo histórico, lo que nos permite situarnos como el segundo exportador de la eurozona, solo por detrás de Alemania.
A la vista de estos resultados es obligado admitir que el cambio producido en el sector exterior de la economía española es admirable y sustentado por un hecho nítidamente diferencial con respecto a ciclos anteriores. Por primera vez en nuestra historia económica ,el despegue exportador sigue creciendo en paralelo al tirón de la demanda interna.
Un éxito cuyo mérito corresponde esencialmente a las empresas, pero también a la recuperación de la competitividad exterior de nuestra economía por las reformas estructurales realizadas y a la apertura comercial con supresión de barreras arancelarias y fronteras que inspira los principios del liberalismo. También siendo estos el motor de prosperidad y de progreso económico y social para los países emergentes y en vías de desarrollo.