Soberbia
Mariano Guindal
La soberbia es el único pecado que Dios no perdona y esto es lo que le puede pasar a algunos ministros. Entre las elites económicas se escucha cada vez con mayor frecuencia que es lo que le sucede al titular de Energía, Álvaro Nadal. En muy poco tiempo protagonizó episodios que han hecho saltar las alarmas. El enfrentamiento no es solo con los reguladores o con las grandes empresas, sino también con colegas de Gabinete, sin olvidar a los medios. El último conflicto se produjo por un cambio en las reglas de juego sin respetar los periodos regulatorios establecidos por la UE para corregir "un error" -puesto en evidencia gracias al Constitucional- en el sector del gas... y que después salpicó al eléctrico.
Su proceder provocó un castigo bursátil a las empresas energéticas con el consiguiente efecto en su capitalización. Algo que recuerda lo que ya le pasó en los días más crudos de la crisis cuando dejó entrever que España podría abandonar el euro si no recibía ayuda financiera y que provocó una brutal especulación con la prima de riesgo que se situó a niveles insoportables. Luego dijo que no, que había sido otro. Pero la Historia nos enseña que la testosterona sumada a la imprudencia son malas consejeras, como nos recuerda Orson Welles en su film Soberbia (1943).
Pero siendo esto grave, peor es el daño reputacional al país, dado que la seguridad jurídica queda en entredicho si nos atenemos a JP Morgan: "El Gobierno cambia las reglas de juego en medio del partido"; Bank of America Merrill Lynch: "Regulación por capricho", por no olvidar a Kepler Cheuvreux: "Matar todo lo que se mueve".
Algo similar sucedió en otras áreas como Justicia e Interior, ambas tuteladas por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Según el índice que elabora The Economist, la gestión que se hace de la crisis catalana puede devaluar el "estatus democrático" de España, que podría bajar de categoría a "democracia imperfecta" si la situación continúa así.
Este clima es lo que llevó a un inversor en Davos a preguntar al Rey sobre el particular y el Monarca respondió: "Mi país es un Estado de Derecho donde la seguridad jurídica prevalece y la Constitución y las leyes se cumplen". Pues que sea así, pero de verdad porque se tarda mucho en construirla y se pierde con facilidad.