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Schumpeter y las élites extractivas

  • Todos los partidos buscan el control de los ciudadanos desde el Estado
<i>Foto: Dreamstime</i>

Eduardo Olier

Volver a Joseph Schumpeter en pleno siglo XXI cuando la economía crece al son de la expansión cuantitativa, puede resultar una antigualla. Sería mejor recordar a Keynes, a Milton Friedman o, quizás, a Friedrich Hayek. Aunque lo más apropiado sería hablar de la economía conductual del último Nobel, Oliver Hart, o de otros como Deaton, Tirole o Lars Peter Hansen. Todo esto sería mucho más "moderno" que ir a 1942 cuando Schumpeter publicó su libro: Capitalismo, Socialismo y Democracia.

La visión de Schumpeter es, sin embargo, muy actual. Schumpeter es de los pocos economistas que, junto a Marx e, incluso, el Nobel Robert Solow, interpreta la economía desde la Historia, enfatizando la realidad en contra de proyecciones macroeconómicas abstractas. Estos economistas estudian la economía desde de los hechos históricos, la política y las realidades sociales. Lo cual parece más adecuado para comprender lo que sucede y lo que puede suceder.

Para Schumpeter, el socialismo no fue la causa de la dictadura del proletariado. Pensaba que era un sistema económico dirigido por unas élites que planificaban el bienestar de los trabajadores en contra de los burgueses. Y aquí surge la pregunta: ¿quiénes son los burgueses hoy? No lo son, desde luego, las élites políticas o económicas, sino la clase media, que se encuentra en vías de desaparecer tal como la conocemos. La clase media es quien soporta hoy mayoritariamente la presión fiscal y el coste del entramado político y social de las democracias actuales.

De ahí que sea real el sentimiento de que las nuevas generaciones serán más pobres que sus progenitores. Basta ir al estudio de 2016 de McKinsey, Poorer than their Parents, para comprobarlo. Las desigualdades crecen en todas las partes del mundo: los ricos lo son cada vez más, mientras que las clases medias se hacen cada vez más pobres. Existe una evidente transferencia de riqueza hacia las élites económicas en connivencia con las políticas.

La democracia, al decir de Schumpeter, no es una ideología, sino un proceso en que unas élites determinadas luchan por el poder. Y una vez alcanzado, los votantes se quedan, simplemente, en eso: votantes. Los Gobiernos elegidos democráticamente, una vez en el poder, olvidan sus compromisos. A la vez que van cercenando las libertades económicas con múltiples corsés regulatorios en un proceso imparable. Lo que ya veía Schumpeter en 1942: el capitalismo, esencia de la libertad económica, acabaría convertido en socialismo. Una evidencia muy actual, que se suma, allá donde se mire, a una generalizada politización de la justicia y a una enorme corrupción.

Sin embargo, si se analiza con más detalle, la concentración de poder en las élites políticas actuales no es realmente socialismo, sino que, en esencia, es un nuevo modelo donde prima la lucha por el poder con ausencia de ideología. Un nuevo sistema donde confluyen intereses políticos y económicos, que se dirige a controlar desde las instituciones la vida de las personas hasta sus últimos detalles. Una suerte de perversión de la democracia que nos retorna al Gran Hermano de George Orwell en su novela 1984.

Habría que ir muchos años atrás hasta el presidente demócrata americano Woodrow Wilson para encontrar algo parecido, cuando se refería al Estado diciendo, en 1908, que: "Un Gobierno tiene que hacer lo que demanda cada situación y permita la experiencia". Un modo de pensar y de actuar que se ha generalizado en casi todos los países del mundo. Basta para ello comprobar el creciente peso del Estado en la vida diaria de las personas en muchos países. Y cómo las leyes van limitando las libertades en aras de un bien común dirigido "desde arriba". También en la economía ¿Quién soporta económicamente hoy los costes del Estado de bienestar? ¿De dónde salen las mayores aportaciones a las cargas fiscales? ¿Quién ha pagado los rescates bancarios? Sin duda, las clases medias. La propiedad privada, aunque tenga su espacio, está cada vez más constreñida por el Estado. Algo que es independiente de derechas o izquierdas. Todos los partidos, sean liberales, socialistas, nacionalistas, o populistas, buscan sin excepción el control de la sociedad desde el Estado, ya no tienen ideología. La ideología se llama "alcanzar el poder". Algunos lo persiguen, ciertamente, con más vehemencia que otros. Y los hay que quieren hasta nombrar directamente a los jueces desde el Gobierno, como se dice sin ambages en la Ley de Transitoriedad catalana.

Schumpeter pensaba que el capitalismo moriría transformado en socialismo. Hoy se puede decir que morirá a manos de élites extractivas sin ideología. Una pérdida del sentido de la democracia que traerá una nueva crisis económica. Una crisis que ya se está incubando desde las enormes deudas públicas y privadas, con un futuro desajuste monetario global, y que vendrá alimentada por los billones de dólares que hay en derivados financieros en manos de miles de hedge funds, que siguen creciendo sin control bajo el poder de élites extractivas.