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Panorámica de la nueva legislatura catalana

  • El "nuevo tono" que se atisba en Torrent puede tener doble fondo
  • De él dependerá seguir idéntico camino en el via crucis judicial
  • La guerra de la investidura continua entre Puigdemont y Junqueras
<i>Roger Torrent. Foto: Archivo</i>

Víctor Arribas

No ha habido unanimidad en el análisis sobre la primera jornada importante de la nueva etapa que se abre en Cataluña. Se han mezclado como en un vaso de cóctel las visiones pesimistas sobre la sesión de constitución del Parlament y las más optimistas, las que han creído ver una continuación sucedánea del desafío a la legalidad y las que quieren interpretar en las palabras del nuevo presidente de la cámara una moderación en los planteamientos del independentismo.

El "nuevo tono" que se atisba en las palabras de Roger Torrent puede tener doble fondo. Es cierto que omitió en su intervención institucional las palabras independencia, república o referéndum, pero también incluyó la continuidad respecto a la línea de actuación de su antecesora, la imputada Carme Forcadell. De él dependerá seguir idéntico camino en el via crucis judicial que tiene por delante la antaño lideresa del movimiento civil por la independencia.

Sus intenciones reales se confirmarán con los hechos y no con las palabras ausentes, porque sería absurdo ignorar que el señor Torrent denunció de forma constante durante semanas lo ilegítimo de las elecciones que ahora le han permitido encumbrarse a la posición institucional más elevada de la región a la que representa. Pese a considerar ilegítimo y dictatorial el proceso abierto con la aplicación del artículo 155 de la Constitución, a Torrent se le vio ayer responsabilizado, orgulloso y feliz con su elección.

De él dependerá romper amarras con los hechos jurídicos ilegales y dar por amortizada la nefasta era Puigdemont, porque sólo él tiene ahora la potestad de proponer al candidato a la investidura. Utilizó la expresión "coser" la sociedad catalana que está rasgada como una tela por la mitad. Está muy bien pero la última vez que se empleó esa metáfora en la política española, el resultado fue más desunión y enfrentamiento.

La guerra de la investidura continua entre los partidos de Puigdemont y Junqueras. El primero va a forzar la máquina hasta la ilegalidad para ser investido. El segundo no tiene claro que sea posible volver al camino de los hechos ilegales consumados, antesala clarísima de los juzgados como está más que demostrado. El mandato de la ciudadanía es para Junts Per Catalunya que Carles Puigdemont sea presidente de la Generalitat, y sobre eso no parece que vayan a permitir que pase nadie, ni siquiera la ley. Una empresa en la que tendrán generoso apoyo de los pocos parlamentarios de la CUP, que ha visto en la primera sesión del Parlament demasiada prudencia.

En el bloque constitucionalista no están mejor las cosas. Ciudadanos impone una especie de rodillo sobre PSC y PP que resulta demoledor para la imagen necesaria de una cierta unidad en torno a la Carta Magna. Habrá discrepancias entre ellos tres en estos próximos meses, pero los únicos que se regodearán al comprobarlas serán los independentistas que ganan con la división de sus adversarios.

Uno de los aspectos más comentados de este arranque de la segunda parte del partido es la posición política de Cataluña En Común, que con su voto en blanco ha propiciado la presidencia de Torrent. La tendencia de la formación que lideran Colau y Domenech es evidente y va a castigar a Podemos en el resto del país, como ya demuestran las encuestas. No son lo mismo, pero el juego de alianzas y confluencias tiene estos efectos no diferenciadores.