Firmas
Alemania antepone otra vez el interés general al de partido
- Naide en septiembre habría apostado por la repetición de la coalición
Víctor Arribas
Nadie en aquella noche aún cálida de finales de septiembre habría jurado que la gran coalición se repetiría en Alemania. Los resultados electorales daban a Angela Merkel una victoria agridulce, que le obligaría a hacer piruetas para conservar el poder por un cuarto mandato consecutivo.
Sus socios de la legislatura anterior se habían dado un trompazo significativo, y eso colocaba al SPD de Martin Schulz en ínfimas condiciones de reeditar un acuerdo que le había llevado al abismo, casi al ostracismo en las siempre complicadas y teutónicas urnas de la República Federal. El esquelético 20% logrado por el ex presidente del europarlamento suponía el peor resultado de esta formación política en la historia.
Merkel intentó entonces la cuadratura del círculo, y fracasó en el intento. La coalición Jamaica debía poner de acuerdo a los liberales de Lindner y los verdes, que habían logrado mejorar sus resultados pese a la obsesiva tendencia de la canciller a robarles el mensaje ecologista. Todo intento era útil para frenar la posible influencia que pudiera tener el partido euroescéptico, xenófobo y nacionalista, una Alternativa por Alemania que había cosechado un resultado increíble que le situaba por primera vez con voz propia y un grupo numeroso en el Bundestag.
Sin margen de posibilidades al diluirse la posible coalición negra, amarilla y verde, Merkel no tenía otra opción para evitar nuevas elecciones que intentar reeditar la Gran Coalición pese a las casi definitivas reticencias de los socialdemócratas. Y miren por donde, a la espera prudente de que sea ratificado por los órganos del partido, el pragmatismo alemán ha vuelto a imponerse a la visceralidad que tanto conocemos en tierras latinas, en este agitado sur de Europa. CDU y SPD han sellado un compromiso que mejorará el país de los Lander y matizará todas las políticas sociales y económicas que lleve a cabo Merkel desde que se firme y se confirme la alianza.
Acuerdos que pasan, en un documento de 28 páginas, pasan aún de puntillas sobre cuestiones clave pero ya establecen compromisos en materia fiscal y de inmigración. No habrá más impuestos (Merkel logra imponer su programa), y la limitada llegada de refugiados se subsana con más reagrupaciones familiares mensuales (como exigían los socialdemócratas en el suyo).
Las lecciones de esta búsqueda de entendimientos y de este posibilismo patriótico deberían resonar a este lado del Mediterráneo. Y tintinear en los oídos de muchos dirigentes políticos, en una etapa en la que en España se busca de forma compulsiva el interés partidista por encima de las necesidades generales y de los mensajes claros que la ciudadanía deja escritos en los resultados de las elecciones: consensos, acuerdos, cesiones para alcanzar puntos compartidos, resolución de problemas. En suma, menos ombliguismo, menos crítica infantil constante al adversario, y más búsqueda de instrumentos que beneficien a la mayoría de los ciudadanos, sin el constante desprecio que acompaña cada declaración de un político ante los micrófonos y las cámaras.