Firmas
Ideología y asesinato
Joaquín Leguina
Se ha definido la ideología como una visión del mundo con la que se justifica la acción política. La ideología comunista, que marcó a fuego buena parte del siglo XX, partía de una concepción de la Historia que inexorablemente habría de pasar por la destrucción del capitalismo a manos de los "explotados". Lenin añadió algunas precisiones a ese principio general: habrían de ser el Partido primero y luego el Estado bajo la "dictadura del proletariado" los encargados de construir una nueva sociedad "sin explotadores ni explotados" y también un "hombre nuevo".
Respecto a este último, leamos a Trotski: "El hombre será incomparablemente más fuerte, sabio, sutil; su cuerpo será más armónico, sus movimientos más rítmicos, su voz más musical. El tipo humano medio se elevará a las alturas de un Aristóteles, un Goethe, un Marx". A Trotski y a muchos otros millones de seres los asesinó el "padrecito" Stalin sin mover un pelo del bigote.
A estas alturas ha quedado meridianamente claro que el comunismo en sus distintas variantes -desde Lenin a Pol-Pot y desde Mao a Fidel Castro- ha sido una máquina de picar carne humana. Dictaduras liberticidas e ineficientes... y, sin embargo, hay en España (y fuera) gente que aún celebra el gran éxito de la Revolución rusa.
Entre nosotros, Alberto Garzón, un joven licenciado, según creo en la Universidad de Málaga, la ha elogiado "sin medida ni clemencia". Y uno se pregunta: ¿cómo se puede ser tan sectario y tan ignorante? No ha leído, desde luego, lo que un catedrático de aquella universidad (Manuel Arias Maldonado) ha escrito a este propósito: "Para alcanzar ese objetivo mesiánico (del comunismo), no importó el precio. Si la Unión Soviética necesitaba obreros y tenía campesinos, se les obligaba a convertirse en obreros, matándolos de hambre si ejercían resistencia; si los artistas optaban por el comentario crítico, se les deportaba al gulag; si los viejos compañeros de viaje se "desviaban", se organizaban procesos judiciales y se les fusilaba.