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Fake News, no news: Cataluña también sufre injerencias

  • Dos vías fundamentales de injerencia: la difusión sistemática o el hackeo
  • Las personas también sufren campañas de acoso y ataques de reputación
  • Decenas de cuentas de Twitter dan altavoz a insultos y descalificaciones
<i>Foto: Archivo</i>

Víctor Arribas

La constatación de que algún ente abstracto muy bien organizado está tratando de influir en la crisis catalana nos ha abierto los ojos ante un nuevo fenómeno del que hasta ahora no éramos conscientes en España, pese a que ya se ha manifestado en otros países occidentales. Las elecciones de Estados Unidos, el referéndum del Brexit, las elecciones presidenciales francesas o algún proceso de consulta a los holandeses han estado manipulados por una fuerza invisible que se mueve en la Red y que ahora ha sido aprovechada por el independentismo catalán para ganar adeptos a su causa.

Hay dos vías fundamentales de injerencia en un proceso o en la vida de un país a través de Internet. La primera es la difusión sistemática de noticias falsas que se amplifican a través de cuentas fantasma de usuarios en redes sociales, millones de cuentas, dispuestas para difundir y magnificar los bulos. Hillary Clinton sabe bien de qué se trata, igual que Macron. La procedencia de esos ataques contra la reputación de alguien viene unidireccionalmente desde Rusia, donde incluso medios públicos como RT se emplean en ello, o entornos bolivarianos. Se crea una mentira, se lanza al ciberespacio y los ejércitos de provocadores hacen el resto. Desmentir esas noticias falsas es tarea titánica que nunca llega a todos los rincones donde ha llegado la inmundicia.

La segunda forma de injerencia es directamente el robo, el hackeo. Se pueden sustraer datos de empresas o de organismos públicos, como es el caso del increíblemente considerado héroe universal Julian Assange, documentos oficiales o públicos logrados de forma delictiva y luego difundidos en aras a una transparencia más falsa que una moneda de plástico. Se pueden robar también listados de correo electrónico de cientos de miles de personas en todo el mundo, a través del hackeo de bases de datos particulares, para enviar mails a todos ellos con propaganda contraria al interés contra el que se lucha. El procedimiento por el que estos datos llegan a la luz pública es el robo. Todas las demás consideraciones sobre ello deben sobreentenderse.

Las personas también sufren campañas de acoso y ataques de reputación en Internet, al modo en que se está haciendo con estados democráticos como Estados Unidos, Francia o España. Alguien difunde una noticia negativa sobre uno basada en consideraciones subjetivas o directamente en falsedades, y saltan docenas de plataformas en la Red que repiquetean su contenido sin contrastar ni uno detalle. La enciclopedia más conocida del mundo virtual modifica biografías aceptando la intrusión de difamadores y pone todos los obstáculos cuando los afectados intentan corregir aquello que no se ajusta a la realidad. Decenas de cuentas de Twitter dan altavoz a insultos y descalificaciones a un ritmo mucho mayor del que pueda tener cualquier acción en defensa del honor de los perseguidos.

Las noticias falsas, Fake News entre nosotros, sólo podrán ser combatidas con una adecuada formación del receptor, para que sepa distinguir entre la basura y la información.