Firmas

Indignación y envidia

    <i>Foto: Getty</i>.

    Joaquín Leguina

    La conocida neuróloga Molly Crockett, profesora en Yale, sostiene que la indignación moral en las comunidades masivas creadas por internet se convierte en un instrumento de venganzas personales y de linchamientos públicos. Tal aberración se explica, según Crockett, por el uso de los algoritmos para seleccionar noticias (como el que usa Facebook), lo cual genera contenidos indignantes.

    Por eso, para encontrar en las redes "noticias" que indignan no se necesita esfuerzo alguno. Se reparten gratis y a montones en nuestras pantallas del móvil o del ordenador. Además, la indignación, a menudo, sólo es envidia.

    Pondré un ejemplo bien conocido, el de las tarjetas black de Caja Madrid. A un grupo de dirigentes de la Caja, cuyos nombramientos eran de origen político o sindical (sin que muchos de ellos tuvieran apenas mando en plaza dentro de la Caja), se les ofreció una tarjeta para sacar dinero "como sobresueldo y sin tener que declararlo a Hacienda, pues esto último lo tenemos arreglado directamente con el Ministerio". Esas fueron las palabras textuales del directivo que les hizo llegar las tarjetas.

    Si un tipo (por ejemplo un alto directivo de una empresa que él mismo se ha encargado de arruinar) se mete en el bolsillo "legalmente" veinte millones de euros en un año, la gente del común (como yo, por ejemplo) sabe que eso es mucho dinero, pero no somos capaces de calibrar cuánto es realmente ese dinero. Pero si nos dicen que un ex sindicalista ha sacado con una tarjeta black durante quince años cincuenta mil euros, lo primero que acude a nuestra mente es: ¡Vaya chorizo!

    Sea como sea, en este asunto de las tarjetas la pregunta a responder por el espectador que se ha rasgado las vestiduras es la siguiente: ¿Usted hubiera renunciado a ese sobresueldo si se lo hubieran ofrecido? Si la respuesta fuera sincera, el 99% de los preguntados respondería que no hubiera renunciado. Y siendo esto verdad, ¿a qué viene tanta indignación y tanto cuento?