Firmas
La frustración
Joaquín Leguina
A juzgar por las encuestas "rápidas" realizadas durante la crisis -más teatral que otra cosa- provocada por la charlotada que vienen montando los independentistas catalanes, éstos estarían perdiendo votos a toda velocidad. Pero si se recurre a las opiniones anteriores al 20 de octubre, éstas en Cataluña no se parecían en nada a las que se observaban en el resto de España.
En primer lugar, Cataluña había quedado partida en dos ideológica, política y socialmente, cosa que en el resto de España no ha ocurrido. Por ejemplo, en el último trabajo realizado por Estudio de Sociología Consultores tan sólo una parte -y pequeña- de los votantes de Podemos apoya fuera de Cataluña el proceso separatista. Dentro de Cataluña, las dos partes en que está dividida la política catalana parecen estar de acuerdo en una sola cosa: todos desearían "más competencias y mejor financiación".
También una mayoría muy cualificada pensaba y piensa que los catalanes sí tienen derecho a votar en un referéndum en el cual votarían exclusivamente ellos. Conviene señalar a este respecto que ante una pregunta del tipo ¿Querría decidir usted sobre el futuro de su pueblo?, en cualquier lugar del mundo el sí saldría mayoritariamente apoyado.
En los últimos tiempos, los hechos que más eficacia han tenido contra los separatistas son: la salida masiva de empresas y la absoluta falta de apoyos exteriores. Respecto a este último punto, sólo el 35% de los votantes de la CUP cree tener apoyos externos, proporción que cae al 22% entre los votantes de la antigua Convergencia y, curiosamente, esa opinión cae al 17% entre los votantes de ERC.
En cualquier caso, el derrumbe que para el sistema clientelar de los separatistas ha significado la aplicación del 155 no parece tener vuelta de hoja, pues es probable que algo del sentido común perdido vuelva a muchas cabezas y así lo que pase en el futuro en Cataluña, con un poco de suerte, no ha de parecerse en nada a lo que hemos visto desde 2015.