Carriles sin bicis

Madrid se está llenando de carriles-bici (se prevén 430 kilómetros en ocho años). Carriles que están ahí muertos de risa, pues apenas circulan por ellos bicicletas. Los ciclistas prefieren las aceras atosigando a los peatones (durante los primeros seis meses de 2017 hubo en Madrid 432 accidentes con algún ciclista implicado).

Por otro lado, circular en bici por Madrid -ciudad con más cuestas que Río de Janeiro- exige estar en plena forma o llevar un motorcito.

Los carriles-bici parecen diseñados por dementes, pues suelen estar colocados entre el del bus-taxi y el resto de vehículos. Es decir, el ciclista no va protegido sino justo por el medio. Vulnerable, y más sabiendo que los taxistas o autobuseros no son los conductores más piadosos. Si un ciclista quiere girar a la derecha se encontrará con un taxi o un autobús. Y si lo hace a la izquierda con cualquier otro vehículo. Además, los coches que pretendan girar a la derecha tendrán que cruzar por el carril bus y la zona de ciclistas. Para más inri, a la hora de adelantar los puntos muertos de los retrovisores dejan fuera al ciclista.

Detrás de este proyecto singular está José Manuel Calvo del Olmo, concejal de Desarrollo Urbano Sostenible. Él es el responsable de trazar los nuevos recorridos, aunque en el Ayuntamiento de Madrid aún no tienen claro si es la Concejalía de Medio Ambiente y Movilidad o la de Desarrollo Urbano Sostenible la que se ocupa de velar por los ciclistas.

Pero ¿cuál es la finalidad de esta operación? Según el Ayuntamiento, reducir la emisión de gases contaminantes. ¿Y cuánto contaminan los automóviles? Según la asociación de vendedores de autos, éstos son responsables de sólo el 13% de la contaminación, según datos, dicen ellos, de la UE. Por su parte, el RACE asegura que las restricciones previstas significarán para quienes acuden al trabajo en coche la pérdida de 336 horas al año. Y uno se pregunta: ¿es imposible ponerse de acuerdo sobre los datos antes de tomar decisiones tan drásticas como ésta?