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El 10 de octubre y la soga de Rajoy

  • El presidente deja que Puigdemont se sacrifique solo
Rajoy y Puigdemont en un reunión en abril de 2016. <i>Foto: Reuters</i>

Víctor Arribas

Nada será igual en Cataluña después de este 10 de octubre de 2017. Haga lo que haga el presidente catalán en su alocución desde la tribuna del Parlament, las heridas que su actuación ha dejado van a perdurar durante años, quizá décadas, aunque finalmente no se atreva a consumar el desafío que ha liderado.

Todo depende de él y de su decisión frente al espejo de la Historia: declaración de independencia sin efecto jurídico alguno pero con un efecto demoledor en la sociedad, dar un paso atrás y tratar de ganar tiempo o dimitir y convocar elecciones catalanas legales y democráticas, como siempre han sido.

Esperando lo que ocurra estará en su despacho de La Moncloa el presidente del gobierno. Toda España conoce su manera de afrontar los problemas en política, y el manejo de los tiempos del jefe del ejecutivo. A nadie sorprende su exasperante prudencia de estos días, por mucho que cientos de voces reclamen medidas preventivas. Mariano Rajoy siempre ha actuado de igual forma cuando ha sido desafiado: largando cuerda hacia el lado de sus antagonistas, permitiéndoles echar a volar en sus pretensiones, y dejando que sea la misma soga la que ahogue al desafiante. Cocerse en su misma salsa.

Un compañero del ahora presidente en el Consejo de Ministros presidido por Aznar dijo anoche en televisión que después de casi ocho años compartiendo con él reuniones semanales no había llegado a conocerle.

La hora de los hombres de Estado ha llegado. Lo comprendió uno cuya estatura política y pública se ha agigantado especialmente después de la manifestación del domingo. Josep Borrell y su discurso sobre las fronteras como cicatrices en el mapa del mundo entran en la historia de este envite sufrido por el país más antiguo de Europa. Pedro Sánchez parece haber comprendido ese mismo camino y se opone con toda su fuerza de oposición a la quiebra unilateral del Estado social de Derecho según la recién estrenada terminología del líder socialista. Albert Rivera nunca ha dejado de estar frente al desafío.

Los medios que hoy ven un clamor para frenar la DUI y finales de trayecto han estado durante años cerca del independentismo. Resulta melancólico leer en alguno de ellos que la decisión que hoy podría adoptar el presidente catalán aboca al abismo, afirmación adornada por esculturas dedicadas al desconsuelo. Algunas de las empresas y bancos que hoy corren raudas a anunciar el traslado de sus sedes sociales (poco más) fuera de Cataluña han alimentado este fenómeno en la sombra durante años.

Todos ellos se sentarán esta tarde ante el acontecimiento del siglo. El que marcará la elección sobre el futuro inminente: un futuro de tranquilidad y convivencia o la aplicación de la fuerza de la Ley.