Firmas
Las últimas Españas
- La actual economía comunitaria ha multiplicado el PIB por ocho en 60 años
Juan Velarde
Conviene, desde la economía, dejar claras las cosas de la historia de España. La primera, que como tal entidad unida, surge tras los Reyes Católicos, al vincularse los reinos de Castilla y Aragón, al integrar en éstos la Navarra situada al sur de los Pirineos, al conquistar Granada y al expansionarse hacia Italia y enlazarse con países europeos, al iniciar su proyección en la costa africana del Mediterráneo, e iniciar la expansión en América. Todo eso crea, desde el punto del desarrollo material, una realidad concreta, la que se puede denominar, la España imperial. Se inició, pues, en 1492 -descubrimiento de América y liquidación del reino musulmán de Granada- y duró hasta 1808, Guerra de la Independencia y separación de la inmensa mayor parte de la presencia en el continente americano.
A partir de ahí se inició una reconstrucción de la economía española básicamente en el territorio peninsular, con alguna proyección insular lo que se consigue consolidar en el reinado de Isabel II, hacia 1850 con los Gobiernos de Narváez y Bravo Murillo. A ellos se debe el claro inicio de la siguiente España, la de una economía nacional, muy aislada de las grandes corrientes internacionales. Por eso, muy particularmente desde el triunfo de la Revolución Gloriosa y el destronamiento de Isabel II, se plantea la pugna sobre el modelo que conviene seguir, o sea, la surgida entre librecambistas y proteccionistas. A los primeros -recordemos el viaje de Cobden a España, maravillosamente expuesto por Ernest Lluch- los acompañaba la que parecía ser la ortodoxia económica derivada de la Escuela clásica. A los segundos, pasó a respaldarles toda la formidable fuerza de captación surgida de la conjunción de importantes intelectuales y de grupos de presión relacionados con importantes sectores productivos y con los grupos políticos y personajes individuales clave, a más de corrientes de pensamiento unidas al mensaje del romanticismo con sus derivaciones nacionalistas y pronto unidas al auge del historicismo alemán con todo el peso derivado de la batalla del método y su fusión con el socialismo de cátedra y reacciones causadas por el auge de doctrinas derivadas de la Internacional.
Todo esto generó que, desde la Renaixença al Partido Conservador, desde la Liga Vizcaína de Productores al Fomento del Trabajo Nacional, desde Carlos VII a su vencedor Cánovas del Castillo, desde Ganivet a Menéndez Pelayo, grandísima parte del país acabó movilizándose en pro de planteamientos proteccionistas, con la excepción de algunos grupos, como sucedía con la Sociedad de Economía Política, pero de muy poco peso social. Surgió así, definitivamente, la segunda España económica, que lleva el adjetivo de la España proteccionista, y como, además, pretendió ser integral y embarcar a España dentro del proceso industrializador, buscaba abarcar la inmensa mayor parte de los sectores productivos dentro del proceso de la Revolución Industrial que, desde el siglo XIX reinaba en el mundo de la economía. En el fondo, era lo que se buscó, sobre todo desde 1892 con Cánovas del Castillo y el refuerzo de las disposiciones arancelarias de Cambó como ministro de Hacienda en un Gobierno Maura que inicia, demás, el corporativismo y una reorganización expansiva del sistema productivo con la Ley de Ordenación Bancaria de 1921, también de Cambó.
España, rodeándose de una auténtica muralla china arancelaria como se la calificó en la Sociedad de Naciones, había creado con sus decisiones relacionadas con su trigo, su hierro, su carbón, sus textiles, la producción química de la Unión Española de Explosivos, los productos ganaderos, de modo intuitivo, el modelo que posteriormente defendería Manoilescu, en un artículo del Weltwirtschaftliches Archiv, en el que señalaba que, para el desarrollo, era precisa una orientación industrializadora, basada en el proteccionismo, el corporativismo y como colofón, tras lo sucedido con elogio del gran economista Pareto a la decisión de Mussolini de que en Italia apareciese el modelo de partido político único, que esto fuese el complemento para evitar tensiones sociales perturbadoras, derivadas de mensajes de movimientos derivados de las diversas Internacionales obreras.
Tal fue el modelo de desarrollo económico español que existió desde 1850 a 1956 entre nosotros, o sea, desde Bravo Murillo a Suanzes. En esos 106 años, el PIB español según las cifras de las series largas de la economía española de Jordi Maluquer de Motes, se multiplicó por 5,4.
Las nuevas situaciones políticas internacionales, a partir del final de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría, y la creación de otros planteamientos doctrinales y jurídicos en todos los aspectos económicos, generaron el cambio ministerial de 25 de febrero de 1957, en el que Navarro Rubio sustituyó en Hacienda a Gómez de Llano, Ullastres en Comercio sucedía a Manuel Arburúa; Sanz Orrio en Trabajo, con Norte de secretario general técnico de ese ministerio, y quien captó la importancia del cambio -y del que nada se habla- sustituyó a José Antonio Girón; y aparecieron nombres tan importantes como el de Castiella, en Asuntos Exteriores, en vez de Martín Artajo y, en ese sentido, Solís como secretario general del Movimiento en vez de Arrese.
Fue un cambio radical, desde luego desde el aspecto de la orientación de la política económica. De ahí se derivaría, tras la muerte de Franco, el fenómeno de la Transición y, finalmente, en el reinado de Felipe VI, una profundización del cambio de política económica que había tenido lugar en 1957, con novedades tan importantes, por ejemplo, como el Acuerdo Preferencial con el mundo comunitario de 1960, debido esencialmente a Ullastres, sucedido por el ingreso pleno en el ámbito de la Unión Europea en 1985, creándose una tercera España en lo económico. Así como, tras la economía imperial acabó generándose una economía nacional proteccionista, desde 1957, se pasó a la actual economía comunitaria en la que nos encontramos.
¿Mereció la pena en lo económico? Como se ha señalado, en 106 años el PIB español se multiplicó en el modelo anterior por un poco más de 5; en 2017, al haberse recuperado la cifra máxima de 2008 del PIB, en los últimos 60 años ese dato se multiplicó por 8. En lo económico parece que esta España actual, la comunitaria, tiene un modelo que parece adecuado, sobre todo si se abandonan tropiezos en él, como fueron las recientes medidas de reacción del Gobierno Zapatero ante la crisis iniciada por el hundimiento de la banca Lehman en Norteamérica, cuestión recordada por José Pérez Fernández, en el trabajo dirigido por él, La regulación financiera: ¿solución o problema? (Fundación de Estudios Financieros, 2015). Minsky mostró que existía en esa crisis un "efecto bumerán". ¡Y cómo éste ha golpeado a España!