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España necesita un plan verde para llenarse de árboles

    Caminos desapareciendo en Los Monegros. <i>Imagen de Raúl Tristán</i>

    Raúl Tristán

    Nos dicen, con sesudos informes en la mano, con infalibles estadísticas y con maravillosos mapas interactivos que la superficie forestal de España está creciendo de forma tal, que hoy día nuestro país es mucho más 'verde' de lo que lo era hace cien años.

    También nos dicen, ufanos, que casi un 56% del territorio español es superficie forestal, lo que nos lleva a convertirnos en el segundo país de la UE con más bosques.

    Sin embargo, cualquier amante del senderismo, del montañismo o simplemente de los viajes, que esté habituado a recorrer las diversas provincias españolas, podrá afirmar sin albergar duda alguna que España es cada día menos verde, que España se encuentra cada día más desertificada. Para quien no viaje demasiado, un simple vuelo a vista de pájaro mediante Google le convencerá de la realidad que las manipuladas cifras ocultan. El color verde de los mapas virtuales nada tiene que ver con el ocre que en realidad padecemos.

    No niego que sea posible que la superficie forestal haya ido incrementándose de forma paulatina, debido sobre todo a la desaparición de infinidad de núcleos rurales, y con ellos de determinadas actividades altamente destructivas que desarrollaban: talas, agricultura, ganadería, fabricación de carbón, etc. (también de otras muy recomendables y conservadoras del medio). Resulta obvio y evidente que la despoblación rural, la emigración del campo a la ciudad, ha supuesto la recuperación por la Naturaleza de grandes extensiones de terreno.

    Sin embargo, no debemos confundir los términos. Interesadamente se ha establecido la denominación "superficie forestal" para calificar como tal tanto a la arbolada como a la no arbolada. Lo cual no resulta baladí.

    Si España cuenta con unos 50 millones de hectáreas de superficie, la denominada "superficie forestal" representa unos 27,6 millones de hectáreas: ¡un 55,2% exclamará alguno! Pero no es para tanto. Y menos si tenemos en cuenta que de ellas tan sólo unos 18 millones son bosques (más o menos un 36% de la superficie total de España), de los que el 82% se dedica al aprovechamiento de madera… El resto de la superficie forestal, casi un 17%, lo ocupa el matorral y el suelo desnudo, y otro casi 14% los pastizales.

    Dicho esto, quiero llamar la atención sobre dos cuestiones básicas:

    1. La enorme extensión no arbolada pero calificada como forestal, que supone un 31% de nuestra superficie, casi 15 millones de hectáreas, de matorral, suelo desnudo y pastizales.

    2.- La baja 'calidad' de lo que se considera como bosque.

    Una superficie forestal de calidad debe ir reduciendo el porcentaje de matorral, suelo desnudo y pastizal, en favor del bosque, y éste, en el caso español, en absoluto es comparable en 'calidad' al de otros países europeos, a los que presumimos superar en superficie.

    Típico pueblo de Los Monegros. Imagen de Raúl Tristán

    Nuestros bosques se han 'construido' en muchas ocasiones atendiendo a criterios economicistas, y no ambientales (de ahí la irracional presencia de especies que no se han plantado por su aporte al medio, sino por su beneficio mercantil), lo que lleva a no tener bosques de frondosas, sino de especies productoras.

    Así, la desertificación avanza en nuestro país, y el factor principal causante lo ha representa, desde tiempo inmemorial, la actividad agropecuaria, es decir: la agricultura y la ganadería.

    La actividad agropecuaria es la responsable de la pérdida de masa arbórea por múltiples motivos:

    1. La excesiva proporción existente de tierras de labor, con un 28% de la superficie de España. Así como la concentración parcelaria. La extensión de los invernaderos.

    2. La apropiación taimada, constante, por parte del agricultor, de terreno perteneciente a caminos o montes, a base de ir 'limando' unos centímetros más en cada ocasión.

    3. La aniquilación de los árboles que crecen en los linderos, para que no hagan sombra sobre el cultivo ni le roben agua o nutrientes.

    4. Los pastos y la ganadería.

    5. Los incendios forestales.

    6. La ausencia de acción regenerativa alguna sobre los montes comunales.

    7. Etc.

    Las tierras de labor

    Los campos de cultivo son enormes extensiones de terreno fértil hoy día gracias exclusivamente al uso de fertilizantes. La tierra, esquilmada desde hace siglos, se ha vuelto terreno baldío. Esta tierra es pobre, carece de nutrientes, y además no dispone de elementos que fijen el terreno o den soporte (raíces, piedras, etc.) pues las labores agrícolas se han encargado de ir retirando todo elemento molesto. Una vez abandonada, la colonización por especies relevantes para el ecosistema resulta muy dificultosa.

    Por otra parte, las propiedades están convirtiéndose de nuevo en latifundios, pues la concentración parcelaria y el tipo de cultivo están llevando a ello, con el fin de lograr la maximización de los beneficios. Hay muchas poblaciones en las que la tierra está acabando en manos de unos pocos propietarios que acaparan miles y miles de hectáreas.

    Suelo practicar running por Los Monegros, esteparia, desértica comarca que otrora hacía honor a su nombre (Montes negros) debido al bosque de sabinar existente, y que la leyenda quiso decir que se destruyó para construir con su imputrescible madera los navíos de la Armada Invencible... cuando nada más lejos de la realidad. Quienes acabaron con los sabinares fueron los agricultores, con el fin de extender a lo largo y ancho de estas tierras sus cultivos. Hoy, gran parte de Los Monegros son campos y campos de cultivo entre los que se pierden algunos polvorientos caminos, por los que puedes rodar durante horas sin avistar un alma.

    Campo de cultivo en Los Monegros. Imagen de Raúl Tristán

    Deberíamos retornar a una desconcentración parcelaria, a la variabilidad de los cultivos, y a un reparto de la tierra más adecuado.

    La situación en algunas zonas (p.ej. Almería) aun se vuelve más crítica, por el abuso de los invernaderos, creando los llamados 'mares de plástico', un auténtico atentado contra cualquier ecosistema. Esta práctica debería quedar desterrada, en la magnitud actual.

    Comerse el terreno

    Práctica habitual es también la de 'comerse o arañar' con el tractor al arar, porciones de tierra pertenecientes a montes y caminos… Poco a poco, año tras año, y sobre todo cuando la propiedad se encuentra en medio de la nada, perdida en el desierto, donde nadie va a venir a reclamar ni a controlar.

    Miente quien diga que esta práctica no existe, pues resulta fácilmente observable para cualquiera que acostumbre a recorrer determinadas zonas con frecuencia.

    Árboles, para que os quiero

    ¿Y qué decir de la inexistencia de árboles en los lindes de los campos? ¿No crecen, se mueren solos? No, no. Son aniquilados. La obsesión por la producción lleva a matar cualquier indicio de crecimiento vegetal ajeno al cultivo, que pueda llegar a dar sombra a éste, o a 'robarle' agua o nutrientes.

    ¿Ecologistas... o ecocuentistas?

    Resulta curioso que los autodenominados 'ecologistas', en su supuesta defensa del medio natural, profieran gritos contra el urbanismo, o la industria, cuando supone tan solo un 5% de la superficie de España, y no hayan clamado jamás contra la agricultura, la principal amenaza real y objetiva.

    La agricultura no sólo extiende sus tentáculos sobre casi un 30% de la superficie, sino que además consume ¡más del 80%! de los recursos hídricos (o sea, el agua) del país (el consumo urbano es de un 14% aproximadamente y el industrial un 6%) y llena la tierra, nuestros alimentos, el aire que respiramos y el agua que bebemos, de fertilizantes y productos fitosanitarios, tóxicos, nocivos, dañinos, perjudiciales.

    Por si todo esto fuera poco, junto a la ganadería, es responsable de más del 74% de los incendios forestales en España. Sí, leen bien: ¡las prácticas agropecuarias son las culpables de casi el 75% de los incendios en España!

    Un Plan Verde para España

    La solución para este problema en nuestro país es sencilla. Se trata de llevar a cabo los siguientes pasos, que nos asegurarían que, en un plazo de menos de 50 años, España quedara convertida en un vergel.

    No debemos olvidar que el desarrollo de una masa forestal de importantes dimensiones provoca un cambio climático local objetivo y apreciable, incrementando las lluvias, protegiendo de los vientos, aumentando la biodiversidad (favoreciendo el desarrollo de especies vegetales y animales), constituyéndose en auténticos sumideros de carbono, etc. Tendríamos una mayor calidad de vida, un mejor clima, turismo, empleos relacionados con el sector, recursos naturales, etc.

    Las propuestas son las siguientes, que tendrían que venir recogidas en un Plan Verde, en el que se reflejaran plazos, responsables, presupuestos, etc:

    1. Iniciar la plantación generalizada e inmediata de árboles en los montes comunales, a cargo de los municipios y bajo la responsabilidad de mantenimiento y conservación de los mismos. Estamos hablando de miles de hectáreas reforestadas.

    2. Iniciar la plantación generalizada e inmediata de árboles en las lindes entre campos de cultivo, y a lo largo de los caminos y pistas agrícolas, con cargo a los agricultores propietarios de las tierras colindantes y bajo la responsabilidad de la conservación de los mismos. Estamos hablando de miles y miles de kilómetros lineales reforestados.

    Estas dos sencillas acciones, deberían ir acompañadas del incremento de medios humanos y materiales para el SEPRONA, y la creación de un verdadero cuerpo nacional de Agentes Forestales, con el consiguiente incremento de plantillas y medios del mismo. Creo que la figura del Agente Forestal es primordial en todo lo relativo a nuestro medio natural, de modo tal que, sin exagerar, su presencia en el medio debiera ser notable.

    No debería haber monte/bosque sin un buen equipo de agentes forestales asignado para la vigilancia del mismo.

    Cada cuadrilla o partida debiera disponer además de sus propias torres de observación de la zona cubierta, y depósitos de agua estratégicamente situados, para caso de incendio facilitar las labores de extinción.

    Por ende, incrementar las plantillas de las cuadrillas de peones forestales para realizar labores de mantenimiento y conservación de forma permanente y constante, asignados a una zona determinada.

    Y como colofón, el retorno a una agricultura respetuosa con el medio, lo que implica frenar la agricultura extensiva y la concentración parcelaria, apostar por una agricultura de calidad y no de cantidad.

    Así pues, tan solo con la plantación de ejemplares arbóreos en los montes comunales y en todas las lindes de campos de cultivo y caminos agrícolas, lograríamos en apenas treinta años una masa forestal de millones de árboles, que cambiaría por completo incluso el clima de nuestro país.

    Es sencillo, es necesario y hay que hacerlo ¡ya!