No son héroes
Ana Samboal
No es una dimisión mas. Voluntaria o forzada, la marcha de Albert Batlle, el responsable de los Mossos, no sólo ratifica la determinación de Puigdemont y sus fieles de celebrar el referéndum independentista cueste lo que cueste, sino que pone de relieve la indefensión y angustia que sienten los empleados públicos en Cataluña a medida que se acerca la fecha fatídica del 1-O.
El mutismo del Gobierno puede estar justificado, hace bien Moncloa en no desvelar sus estrategias para hacer frente a los que -les guste o no admitirlo- se han declarado ya en abierta rebeldía, sin embargo se echa de menos un respaldo explícito y unas instrucciones claras para los que están en la primera línea de fuego.
Ya hay experiencia de la que se puede tomar nota. El 9-N, solo una maestra, Dolores Ajenjo, se negó a abrir el colegio para que los separatistas colocarán las urnas. Solo una persona, solo ella, pidió instrucciones por escrito para ceder las llaves. El resto acató las órdenes de sus superiores. Unos lo harían por convicción, otros tantos por temor a la represalia del jefe al que tendrían que rendir cuentas al día siguiente.
Son funcionarios, ni más ni menos. Nadie les dijo que tendrían que ser héroes. Son otros los que deben plantar cara con resolución. El Estado de Derecho dispone de instrumentos suficientes para hacer frente a la deslealtad constitucional de los separatistas, el poder Ejecutivo cuenta con los resortes necesarios para aplicar la ley. Pero su mutismo genera la impresión de que lo fía todo a la responsabilidad individual de cada uno y si acaso al posterior castigo de los jueces.
Si es así, si el Gobierno no se muestra capaz de proteger a todos aquellos españoles residentes en Cataluña, que sufren cada día el oprobio y la purga de la verdad totalitaria del nacionalismo dominante, llegará el día en que se preguntarán ¿para qué les necesitamos? No basta con decir que el referéndum no se puede celebrar, no pueden abandonarles a su suerte.