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Por qué EEUU debe rescatar a Grecia

    <i>Foto: Archivo</i>

    Matthew Lynn

    Conversaciones hasta la madrugada, negociaciones desesperadas de último minuto, la economía hundiéndose en el desaliento, una ronda dolorosa de recortes presupuestarios y subidas de impuestos que tendrá que aprobarse en el parlamento mientras los antidisturbios controlan a los manifestantes afuera. Sí, lo ha adivinado: Grecia vuelve a ser noticia.

    Esta semana, la Unión Europea ha pergeñado otra ronda más de rescate económico que mantendrá el país a flote durante algunos meses y evitará titulares incómodos coincidiendo con las elecciones en Francia y Alemania. Sin embargo, el acuerdo es un desastre y condena al país a otro año de recesión sin sentido.

    La única persona que podría cambiar las cosas es el presidente de Estados Unidos. Si Donald Trump interviniera y se opusiese a que el Fondo Monetario Internacional apoye esta pantomima durante más tiempo, mientras ofrece a Grecia el paquete de recuperación que de verdad necesita, podría marcar la diferencia. Sería, sin duda alguna, mucho más admirable que cualquier otra cosa que haya conseguido en sus primeros cien días, aunque el listón no está muy alto precisamente.

    La saga griega colea desde hace tanto tiempo que casi todos hemos desconectado con razón. La ronda sin fin de crisis políticas y rescates ya no interesa, desde luego no como lo hiciera en 2011 y 2012, pero eso no significa que se haya esfumado. El lunes por la noche, el gobierno griego acordó una ronda presupuestaria y medidas de reforma que despejaban el camino hacia la recepción de una nueva cantidad de dinero en su programa de rescate de 85.000 millones de euros. En los mercados, se recibió bien la noticia, lógicamente. El martes, el índice ateniense subió un 1,6%. Ahora parece bastante seguro que en las próximas semanas se negociará un acuerdo final que mantenga el espectáculo durante el resto del año.

    Y aun así, aunque la crisis a corto plazo pueda haberse evitado, la de largo plazo no hace más que empeorar. Según el plan de rescate original, Grecia debería estar recuperándose a estas alturas. Habría sufrido las medidas y estaría viendo las ganancias. Pero no hay ningún indicio. En 2016, la economía nacional encogió otro 0,1%, en un año en que el resto de la eurozona se recuperaba y el Banco Central Europeo inundó la economía con 2,2 billones de euros recién acuñados. Este año, el FMI ya ha recortado su previsión de crecimiento a solo el 2,2%, aunque se han incumplido tantos objetivos que cuesta creer que incluso llegue a eso.

    Mientras tanto, los datos sobre el país siguen siendo alarmantes. En general, la economía es un 25% más pequeña que al comienzo de la crisis, una contracción de escala similar a la de Estados Unidos en la Gran Depresión (con la importante diferencia de que a finales de los años treinta EEUU se estaba recuperando). El desempleo está estancado en el 24% de la población activa. Una de sus regiones presenta la tasa de paro más alta de la UE, con un 31%, y otra el paro juvenil más alto, del 53%. En su conjunto, el 35% de la población "vive en la pobreza" según Eurostat, el segundo índice más alto de la UE después de Rumanía (y aquí la cifra baja, mientras que en Grecia no deja de subir). Incluso la tasa de nacimientos desciende y vuelve a situarse en los niveles de la I Guerra Mundial (la gente ya no puede permitirse tener hijos). Además de todo esto, Grecia se dirige hacia una crisis demográfica.

    ¿Y cuál es la solución propuesta para arreglarlo? Más austeridad, por lo visto. El último acuerdo de rescate incluye otra ronda más de bajada de pensiones (aunque actualmente solo llegan a 664 euros al mes, no exactamente una fortuna) y la reducción del umbral de la exención de impuestos de unos 8.000 euros al año a menos de 6.000, lo que equivale a una subida sustancial de los impuestos para las rentas más bajas. Grecia presenta un excedente primario de más del 3% del PIB pero el último paquete hará que aumente más.

    En algún momento, esta locura debe parar. No hace falta ser John Maynard Keynes para saber que cuando una economía está postrada lo último que necesita es recortar el gasto estatal, reducir los ingresos de los más pobres de la sociedad y acumular excedente del gobierno para pagar la deuda. Hasta Herbert Hoover parece un economista liberal a su lado.

    La UE no muestra ningún interés en hacer frente al problema griego. Se contenta con empujar al país gradualmente a una situación tercermundista mientras pueda seguir dejando pasar el tiempo y abaratar todo lo posible los paquetes de rescate. El único país que puede acabar con este punto muerto es Estados Unidos.

    Lo que necesita Grecia no es ningún misterio. Lo ideal sería que "suspendiera" su membresía del euro y devaluara bruscamente con una moneda paralela respaldada por el BCE para recuperar la competitividad. Aunque eso es políticamente imposible, existen muchas otras cosas que pueden hacerse para mejorar su posición. Se pueden aplazar las deudas y vincularse al PIB per cápita, para que estén canceladas efectivamente hasta que salga de cuidados intensivos. Después, podría ofrecerse un paquete masivo de reflación de 100.000 millones de euros o más. Hay que bajar los impuestos, subir las pensiones y el gasto público en infraestructuras debe reforzarse. Los griegos tienen que volver a las tiendas a gastar el dinero. Es la única manera de volver a los índices de crecimiento del 3% o 4% que le permitan recuperarse.

    ¿Puede ocurrir? Siendo el mayor accionista del FMI, EEUU debería negarse a dejar que participe en cualquier paquete que incluya más recortes del gasto. Después, debería liderar un paquete internacional que restaure la competitividad griega y apremie a Alemania a pagar la mayor parte. Es una apuesta arriesgada pero en algún momento hay que rescatar a Grecia de la espiral interminable de austeridad y recesión. Si EEUU no lo lidera, nadie lo hará.