Firmas
Acostumbrarse a la parálisis política
Matthew Lynn
Donald Trump reformará los impuestos, dará la vuelta a la política comercial y devolverá trabajos bien pagados en manufactura a Estados Unidos. Theresa May conseguirá acuerdos comerciales estupendos para el Reino Unido en todo el mundo y recuperará el control de la inmigración. Emmanuel Macron reorganizará por fin la esclerótica economía francesa mientras reequilibra a la Eurozona hacia el crecimiento.
Solo hay un problema: no va a ocurrir. Todo lo contrario, nos dirigimos hacia una etapa de parálisis política en la que a los líderes se les vota en sus cargos pero una vez ahí tienen las manos atadas. Los inversores pueden extraer dos lecciones importantes. Primero: ignoren el bullicio y esperen que suceda muy poco. Segundo: concéntrese en las tecnologías, mercados y empresas en crecimiento porque las economías no reformadas estarán muy flojas.
El mes pasado, los inversores descubrieron una cosa importante sobre el Trump Trade. Esperaban una ola de gasto en infraestructuras, reformas drásticas de los impuestos, una reorganización de la política comercial dirigida a recuperar empleo en el corazón de Estados Unidos, una ráfaga de regulaciones, especialmente en finanzas? ¿El resultado teórico? La resurgencia del crecimiento estadounidense, el aumento de los beneficios empresariales y creación de empleo, y los empresarios, libres de los grilletes de una regulación onerosa, empezarían a hacer magia sobre la economía. Los inversores se lanzaron a comprar en el S&P 500 y apilar dólares con la promesa de que Estados Unidos había vuelto.
Ahora mismo no parece que vaya a pasar gran cosa o nada en absoluto. Trump ha avanzado muy poco con la sanidad. No hay muchas señales de que pueda forzar ninguna reforma fiscal seria ni acordar con el congreso un aumento del gasto en infraestructuras. Quizá consiga firmar algún que otro acuerdo comercial, como el desafortunado TTP. ¿Algo positivo? No parece demasiado probable ahora mismo. Los inversores que creyeron en la reflación del comercio de Trump ya buscan la puerta de salida.
La razón es sencilla: aunque nominalmente era republicano, Trump carecía de una base real en el partido. No tiene experiencia en un cargo electo ni apoyos o aliados en el sistema. Ya cuesta conseguir hacer algo cuando se tiene toda una vida de experiencia en un cargo público pero cuando no se tiene ninguna, es casi imposible.
Eso no solo ocurre en Estados Unidos. Estamos viendo o estamos a punto de ver la misma clase de parálisis política en muchas grandes economías.
Pongamos el caso de Francia. Las votaciones de los comicios presidenciales empiezan su primera ronda a finales de mes y la final será a principios del siguiente. Por el momento, el ganador más probable es el centrista Emmanuel Macron. Tal vez no se parezca en nada a Donald salvo en un aspecto importante. Se presenta con un partido nuevo y aunque fue ministro de economía con el presidente Hollande nunca había sido elegido en nada. ¿Podrá el presidente Macron hacer algo más que el presidente Trump? Prometerá reformar las leyes y dar la vuelta a los impuestos pero a falta de una base podría salir derrotado.
Gran Bretaña se dirige hacia un atolladero similar en cierto modo. La primera ministra Theresa May lleva toda la vida en el partido conservador en el gobierno y apunta alto en las encuestas pero nunca le habían repartido una carta que no hubiese elegido. En los dos próximos años y probablemente muchos más estará involucrada en la tarea endemoniadamente ardua de separar al Reino Unido de la Unión Europea. ¿Le quedará tiempo para mejorar la productividad o reformar los impuestos y que el gobierno sea más eficiente o mejorar la educación? Olvídese. Todo lo demás estará sobrepasado por el Brexit.
Aquí hay un tema común. La victoria de los movimientos políticos populistas está creando gobiernos que, aunque ejerzan el cargo no tienen poder, al menos no en un sentido real. Se ve en otras partes. Eh Holanda, el partido derechista de la libertad no se acercó siquiera a ganar los últimos comicios pero siendo el segundo mayor bloque en el parlamento, hace casi imposible formar un gobierno significativo. En España, el auge de Podemos ha astillado el sistema político y multiplicado por diez la dificultad de la tarea de formar un gobierno efectivo. En Alemania, a finales de año los bloques de extrema izquierda y derecha podrían propulsar al gobierno a una coalición centrista con poco mandato para resolver nada.
¿La consecuencia? Los días de los ochenta y noventa en que el liderazgo decisivo político podía reformar de verdad una economía son cosa del pasado. Todo lo contrario, el populismo hará que no encontremos más que una parálisis sin fin. Se dirá mucho pero se hará más bien poco.
Para los inversores, hay dos lecciones importantes en esto. La primera es que pueden hacer caso omiso prácticamente de lo que dicen los movimientos políticos nuevos. Si usted creyó que el Trump Trade encontraría la manera de que la economía estadounidense creciera más deprisa, se ha equivocado. Si ahora piensa que Macron restaurará como por arte de magia la competitividad de la economía francesa o que el Brexit relanzará de inmediato a la industria británica, también se equivoca. Nada de eso va a suceder y no tiene sentido comprar en mercados de capital basándose en que lo hará.
Además, no espere que las economías se reformen en gran medida. Por el contrario, la única opción sensata es centrarse en las tecnologías, empresas y sectores donde sigue habiendo un crecimiento fuerte y respaldarlas. Frente a una economía global perezosa, algunas empresas rendirán muy bien pero no espere que el crecimiento global remonte mucho. Los populistas tienen mucha labia y saben crear muchas expectativas pero, como nos ha empezado a demostrar EEUU, no cumplen su palabra y no tiene sentido imaginar que lo harán.