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¿Quién representa a los europeístas?

  • La salida de la UE puede llevar a la pérdida de identidad británica
Parlamento Europeo. <i>Foto: Archivo</i>

Marcos Suárez Sipmann

El próximo miércoles, la primera ministra británica, Theresa May, invocará el artículo 50 del Tratado de Lisboa. No retrasará la activación del proceso del Brexit por el atentado de esta semana en Londres. Inicia su retirada voluntaria y unilateral de la Unión Europea. Bruselas tendrá la iniciativa en las negociaciones. Londres deberá ajustarse a los plazos y condiciones estipulados desde el Consejo Europeo. Pese a a que la premier buscará el mejor acuerdo posible, nada puede exigir a una UE poco dispuesta a facilitarle un camino para el que no hay precedentes.

Una escasa y exigua mayoría de británicos resolvió que ningún poder superior debía existir sobre ellos. Una decisión más que cuestionable. El Reino Unido siempre contará con la solidaridad y el respaldo de sus vecinos europeos. No obstante, y a la vista de los múltiples retos globales -el terrorismo es uno de ellos- aislarse resta poder e incrementa la vulnerabilidad.

Como ha reconocido el ministro para el Brexit, David Davis, ninguna cuestión en la agenda está resuelta. Además, los problemas políticos son enormes. May podría adelantar las elecciones legislativas. Vuelven los aires independentistas de Escocia que votó a favor de permanecer en Europa y donde se pretende convocar un nuevo referéndum cuando los términos de la salida de la UE estén claros (fines del 2018 e inicios de 2019). Asimismo se prevén problemas en Irlanda del Norte.

No solo en estas naciones se profundiza la división en cuanto al futuro del país. La brecha separa familias y amigos. Los demagogos del Brexit atizan recelos y suspicacias ante una potencial traición de su fugaz voto. Todo este ruido de la prensa amarilla y sensacionalista oculta un gravísimo inconveniente. Es este: la casi mitad de la población favorable a Europa ha pasado a carecer de representación política relevante. En Inglaterra, çesta se limita a dos partidos, el Liberal-Demócrata y el Verde. Entre ambos tienen 10 de los 650 escaños de la Cámara de los Comunes.

El Partido Conservador vive una fuerte tensión interior por esta cuestión. De cualquier modo, de esta formación, precisamente la responsable del referéndum, cabe esperar una identificación escasa, por no decir nula, con el 40% de sus electores contrarios al Brexit.

Queda el laborismo como principal partido de la oposición y tradición europeísta. Dos tercios de sus electores votaron sí a Europa. Casi todos sus diputados son pro-europeos. Sin olvidar que siempre prometió proteger los intereses de los trabajadores, lo que puede traducirse en la defensa de un Brexit blando. Asombra, por tanto, que haya evolucionado a posiciones tendentes a apoyar el rumbo de May a uno duro. Incluso llega a guiarse por ideas -como la retórica antiinmigración- que empiezan a parecerse a las del euroescéptico y populista Partido Independentista (UKIP). El laborismo, en horas bajas, teme una fuga de sus simpatizantes. Los eurófobos, al UKIP y los proeuropeos, a los Liberal-Demócratas. Haría bien en tomar mucho más en serio la segunda contingencia.

Cuando la ley del Brexit volvió a la Cámara de los Comunes tras la enmienda de los Lores, el líder Jeremy Corbyn obligó a los diputados laboristas a dar su visto bueno sin condiciones adicionales. Estricta disciplina de partido. Aun así, una quinta parte de ellos votó en contra. Ello demuestra el desgarro existente. Desde una perspectiva de táctica política convendría al laborismo presentarse como el partido proeuropeo que ha sido. No parece, sin embargo, que ese vaya a ser el camino bajo el polémico liderazgo de Corbyn, quien nunca fue un amigo de la UE y jamás se opuso de manera decidida al Brexit.

Para casi la mitad del electorado británico el sistema representativo está fracasando estrepitosamente en la actualidad. Como resultado, proliferan en todo el país iniciativas, peticiones, campañas civiles. Más de 40 grupos de activistas se organizan para formar la hasta el momento mayor unión de nivel nacional. Es constante la obra de casetas de información, manifestaciones y en especial redes sociales con objeto de paralizar la salida. Únicamente ex primeros ministros como el conservador John Major o el laborista Tony Blair hablan abiertamente de la posibilidad de una "revisión". En general, los políticos no se atreven a cuestionarlo, por miedo a ser llamados antidemócratas. Aunque la mayoría es consciente de que con el Brexit solo habrá perdedores. Las consecuencias aún no han golpeado a la población si bien hay mucha cautela en materia de inversiones y en el consumo.

La UE celebra el 60 aniversario de la firma de los Tratados de Roma. Busca un nuevo ímpetu en un contexto de crisis para salir reforzada. La incertidumbre en el Reino Unido es mayor. En su caso, la engañosa autodeterminación puede llevar a la pérdida de identidad británica.