60 años de integración
José Vicente González
El próximo 25 de marzo la UE celebrará, en la capital italiana, la firma de los Tratados de Roma en 1957 que dieron carta de naturaleza al proceso europeo de integración, convirtiéndolo en el más ambicioso a nivel global. Un proyecto que ha de ser reforzado para servir de palanca conjunta a todos quienes lo conformamos. Porque, aunque no todo haya sido perfecto, algo lógico en un proyecto vital y vivo como la UE, sus éxitos superan con creces las dificultades, los esfuerzos y las decisiones que en todo proyecto común todos hemos de hacer.
Así lo reflejamos en la declaración El futuro de la UE pasa por la competitividad de sus empresas, adoptada unánimemente por los órganos de gobierno de CEOE. En efecto, en nuestros 40 años de existencia, CEOE ha sido una defensora constante de los beneficios de la integración europea, incluso antes de la adhesión de España a las entonces Comunidades Europeas en 1986; un hito clave para la estabilidad, modernización e impulso económico para nuestro país. Sin embargo, si queremos que el entorno actual de atonía generalizada no desluzca la conmemoración del 60 Aniversario de la UE, la primera tarea es despejar la nube de incertidumbre que rodea a la UE para tomar las decisiones correctas que nos permitan avanzar y generar resultados tangibles para ciudadanos y empresas. Los empresarios y organizaciones empresariales españoles hacemos una serie de propuestas con el ánimo de contribuir al debate actual sobre la configuración futura de la UE.
Nuestra primera propuesta es que la UE se centre en acordar respuestas comunes a los desafíos que no pueden ser resueltos de forma individual por sus Estados miembros, como las amenazas externas a la seguridad o el incremento del atractivo inversor de Europa frente a sus principales competidores. No en vano, el coste de crear una empresa es, de media, tres veces mayor en la UE que en EEUU y la presión fiscal global de la UE sigue siendo superior en un 50% a la de nuestro vecino transatlántico. La UE ha de ser consciente del valor de sus empresas y fomentar su reputación como creadoras de empleo y crecimiento, mediante, en primer lugar, la adopción de políticas ancladas en la competitividad. Hemos de lograr que UE sea reconocida mundialmente por su apoyo a la iniciativa empresarial y los valores que la misma representa, como el liderazgo responsable, la integridad, la confianza y el trabajo en equipo.
En segundo lugar, el aprovechamiento de todo el potencial del mercado interior europeo que, junto a la moneda única, es la mayor fortaleza del proyecto europeo de integración. El objetivo estratégico ha de ser convertirlo en un espacio estabilidad, predictibilidad y seguridad jurídica y, por tanto, más atractivo para la inversión y el talento, en especial de los jóvenes.
En tercer lugar, el refuerzo de la Unión Económica y Monetaria. Hemos de poner en marcha la Unión Bancaria, un pilar esencial para apuntalar la credibilidad y confianza en el Euro, el cual ha de ir acompañado de una aceleración de las reformas estructurales si queremos avanzar en la introducción de mecanismos de absorción de choques asimétricos para la eurozona, que la apuntalen y protejan frente a futuras crisis. Para progresar en la cohesión europea, es fundamental que las recomendaciones específicas de reforma por país sean más vinculantes.
En cuarto lugar, una apuesta decidida por la apertura comercial, en contra del ostracismo y el proteccionismo. Los acuerdos comerciales, como el alcanzado con Canadá o los que actualmente se están negociando con Mercosur o Méjico, cumplen una función primordial a la hora de abrir nuevas oportunidades de negocio, crecimiento y empleo. Suprimir los obstáculos a la entrada en terceros mercados, más favorecer la internacionalización, son dos factores esenciales a desarrollar para apuntalar la recuperación.
En quinto lugar, una estrategia clara a favor de la simplificación y mejora del entorno reglamentario europeo, que evite la dispersión normativa confiriendo mayor certidumbre jurídica. Se trata de una cuestión absolutamente crucial, cuya consecución pasa, en buena parte, por imprimir mayor agilidad al proceso decisorio europeo. A este respecto, contar con una Comisión Europea fuerte, capaz de asegurar la unidad de acción es esencial.
Vista con la perspectiva que otorgan sus 60 años de andadura, no hay duda de que la UE es el mayor éxito colectivo de nuestra Historia Contemporánea. Ha traído la paz a nuestro continente y sigue construyéndose sobre los valores fundamentales de democracia, derechos humanos, libertad e igualdad. Es el momento de recuperar la confianza, de respaldar el proyecto europeo y de proteger lo que representa. Porque del reconocimiento de sus logros depende la profundización de los mismos.
Desde luego, los desafíos que la UE afronta ahora son complejos y las respuestas a los mismos no son ni serán sencillas, porque son muchos los factores a considerar. Sin embargo, el modo en que afrontemos estos retos puede y debe marcar la diferencia. Para ello continuaremos trabajando, siempre desde el diálogo, la concertación y la colaboración conjunta.
La capacidad de adaptación de la UE depende de la recuperación no solo de su atractivo, sino de la ilusión por el logro de un proyecto de futuro compartido por toda la ciudadanía europea e inigualable.