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Contra la autocomplacencia en la Unión Europea

  • Las elecciones holandesas muestran el declive socialdemócrata en la UE
Mark Rutte celebra su victoria en las elecciones holandesas. <i>Foto: Reuters</i>.

Marcos Suárez Sipmann

Los líderes europeos celebran la victoria del liberal holandés, Mark Rutte, como propia. Risas, felicitaciones, euforia. Sin duda, lo acontecido en los Países Bajos más que un bálsamo ha sido todo un reconstituyente para una Unión Europea en horas bajas. La inquietud ante el primer test electoral de envergadura este año en el bloque había sido grande. Los nervios se relajan demasiado. Se escuchan frases como "se acabó el auge del populismo en Europa". O peor, "le hemos dado demasiada importancia a Geert Wilders, no era tan fiero". Afirmaciones falsas, amén de perniciosas, para la regeneración democrática. El peligro está lejos de haber sido conjurado. Como ya he puesto de relieve, no existe un populismo europeo. Hay manifestaciones diversas en diferentes países de la Unión.

Es la razón por la que no hay que perder de vista el contexto holandés. En su fragmentado Parlamento jamás un partido ha logrado obtener la mayoría absoluta. Desde hace más de un siglo el país tiene gobiernos de coalición. Era prácticamente imposible que el xenófobo Partido por la Libertad (PVV) formase Gobierno, puesto que todos descartaban pactar con él.

Si analizamos los recientes resultados en los Países Bajos vemos que el partido del ganador Rutte ha perdido ocho escaños. Una quinta parte de sus votantes. El caso del anterior socio en el Gobierno es aun peor. El declive de los socialdemócratas, uno de los pilares de la construcción europea, es patente en toda la UE. Han estado condicionados por las medidas de austeridad adoptadas y hasta hoy se niegan a hacer autocrítica. Han sufrido una derrota espectacular. De ser segundos han pasado al séptimo lugar.

Por el contrario, el PVV del antiislamista Wilders ha logrado la segunda posición aumentando en cinco escaños su representación parlamentaria (tenía quince). No es lo que se dice una catástrofe. Sus expectativas eran mayores, cierto, pero está avanzando. Lo ha expresado de forma tajante: "esta revolución patriótica acabará llevándose a efecto".

Más allá de esto hay que considerar que Wilders marcó a placer el ritmo y el contenido de los temas en campaña. Inmigración, odio al islam, controles fronterizos y salida de la Unión. Rutte ha pagado un precio por su victoria sobre Wilders. A saber: el giro de liberales y conservadores hacia la derecha. En Francia y Alemania, países donde habrá elecciones próximamente, esta táctica puede ser más arriesgada. Tanto el Frente Nacional (FN) como la Alternativa por Alemania (AfD) han logrado contagiar su ideario radical a otras formaciones.

En Francia, de cara a las presidenciales, el candidato independiente supera a Marine Le Pen. Macron promete una modernización social, no una austeridad sin contemplaciones, como la del imputado François Fillon. Cabe constatar que el FN está herido. Y esto no hace más que aumentar el peligro de la líder ultra, que a la vista de lo sucedido en los Países Bajos seguirá con la estrategia de suavizar su discurso.

También en Alemania la populista AfD ha perdido apoyo. La frustración social existente está siendo abordada más por el candidato socialdemócrata, Martin Schulz, incluso por la canciller Angela Merkel, que por la xenófoba AfD.

Otro punto a evaluar es que los comicios en Holanda estuvieron influenciados por la controversia con Turquía. La disputa entre Ankara y La Haya no es buena. Como no lo es en general la polémica entre Turquía y la UE. Ello genera malestar entre los millones de turcos que residen en Europa. El conflicto seguirá escalando si el cada vez más despótico presidente Recep Tayyip Erdogan sigue empeñado en hacer campaña política en Europa. Es necesario acordar una línea única para prohibir las manifestaciones de ministros turcos. De lo que se trata es de impedir que el autócrata de Ankara logre su objetivo de enemistar a los europeos.

La lección fundamental ha sido dejar claro que, en ningún caso, los partidos aceptarán coaliciones con los populistas. Sin olvidar subrayar un hecho esencial: la alta participación de más de un 80 por cien en los comicios. Algo muy positivo si tenemos en cuenta el último Informe Anual de Freedom House sobre derechos políticos y libertades civiles que marca 2016 como el undécimo año consecutivo en que la libertad global declina. Las democracias establecidas encabezaron este preocupante retroceso.

Quizá, y es una aseveración hecha con mucha cautela, el populismo de derecha haya sobrepasado su zénit en Europa. Y no hemos de olvidar los radicalismos de izquierda y los antisistema tan fuertes en los países del sur. En cualquier caso, no hay que confiarse.

El éxito de Rutte sobre Wilders, con ser importante, no deja de ser simbólico. La UE debe aceptar este orden de cosas y ponerse a trabajar, dejándose de celebraciones prematuras. Cuanto antes lo haga, mejor.