Firmas

La sombra del 'Brexit' es alargada

  • La devaluación de la moneda nacional ya no estimularía el crecimiento
<i>Foto: Archivo</i>

Juan Carlos Arce

Existen serias posibilidades de que las elecciones generales que tendrán lugar en Holanda, Francia, Alemania y probablemente Italia este año se enmarquen en un contexto de confrontación sobre la permanencia o la salida de la UE. La sombra del Brexit es alargada. Los candidatos de algunos partidos con opciones claras de ganar son contrarios al mantenimiento de sus economías en la UE y en la moneda única y prometen realizar referéndums. Quienes se oponen a la permanencia en la eurozona ganan adeptos cada día sobre la idea de que el euro resta, rompe y deshace la soberanía de las naciones. Pero es preciso señalar que esa tesis es una falacia porque pretende que los electores olviden el pasado suprimiendo las circunstancias anteriores al nacimiento de la moneda única.

Conviene señalar que antes del euro, los países, nominalmente dueños de su moneda, no eran efectivamente soberanos de sus políticas económicas ni monetarias. A excepción de Alemania, para los países que forman hoy la eurozona, las decisiones monetarias eran, antes del euro, prácticamente inexistentes y de corto recorrido y poca eficacia real en el interior de sus economías, porque estaban obligados a mantener una estrecha relación de cambio entre sus monedas y el marco alemán. Las decisiones de los correspondientes bancos centrales, emisores de sus propias divisas, conformaban una política monetaria completamente seguidista de la que hacía el Bundesbank. Hay que tener muy poca memoria para negar esto. Y hay que hacer una análisis muy superficial para no percibir que, al adoptar el euro, los países ganaron soberanía al poder designar a un miembro del Comité Directivo del BCE. Volver a la situación anterior al euro, para los países que están en riesgo de que las elecciones aúpen a gobiernos antieuropeístas, no garantiza poder administrar su propia moneda de modo independiente.

Algunas veces se oye que fuera de la eurozona los países podrán modificar las tasas de cambio, algo que muchos añoran con nostalgia. Pero esto es también otra falacia basada, otra vez, en la amnesia selectiva. Porque antes del euro las autoridades monetarias tampoco podían decidir autónomamente la relación entre sus monedas (ciertamente sí era posible, pero no como un recurso propio que pudiera usarse cada vez que era necesario o útil) ya que las tasas de cambio se determinan por las fuerzas del mercado que empujan las monedas hacia arriba o hacia abajo con independencia de las decisiones gubernamentales o de los bancos centrales nacionales.

Por eso, a menudo, en el pasado, antes del euro, las autoridades nacionales reaccionaban con medidas restrictivas para contrarrestrar la depreciación excesiva de la moneda produciendo efectos recesivos.

Así pues, si los países que ahora enfrentan elecciones durante el peligroso 2017 estiman que una devaluación de sus monedas nacionales sería útil para estimular el crecimiento y financiar la deuda pública, deben saber que aunque se salga de la moneda única, en un contexto de integración financiera como el actual, con completa movilidad de capitales, esa idea ya no es posible llevarla a cabo con éxito.