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El negocio más fácil: apostar contra Francia

    La candidata de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen. <i>Foto: Archivo</i>.

    Matthew Lynn

    Uno se enfrenta a acusaciones de haber pagado a su mujer grandes cantidades de dinero de fondos públicos. Otro quiere implantar la renta básica universal, sufragada mediante un impuesto a robots. La tercera quiere sacar al país del euro. El último contrincante es un novato sin experiencia, que prometía mucho como ministro de Economía pero cumplió más bien poco. Las elecciones presidenciales francesas se están convirtiendo a pasos agigantados en uno de los enfrentamientos más imprevisibles de los últimos años, incluso teniendo en cuenta la decisión del Reino Unido de abandonar la UE y la elección de Donald Trump para la presidencia de EEUU. Los mercados ya han empezado a oler problemas y han duplicado el diferencial entre los bonos franceses y los alemanes en cuestión de semanas.

    A medida que se acercan los comicios y queda más claro que ninguno de los candidatos tiene un programa creíble para resucitar la economía francesa, ese diferencial se ensanchará aún más. Apostar contra el mercado de bonos del Gobierno francés, el cuarto de mayor tamaño después del estadounidense, japonés e italiano, ya es el negocio más fácil del mundo. Poco antes de empezar el año, las elecciones presidenciales francesas de abril y mayo parecían relativamente fáciles para el mercado. Esta columna predijo que el intruso Emmanuel Macron acabaría siendo el ganador, aunque no muchos más lo veían así. La sabiduría popular era que la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, llegaría a la segunda ronda junto con el candidato republicano de centro derecha François Fillon y en esa segunda ronda el austero thatcherita de Fillon vencería con facilidad a Le Pen. Todo eso ya ha cambiado. Desde entonces han ocurrido tres cosas que han abierto la carrera de par en par.

    Primero, el partido socialista ha escogido a Benoit Hamon, de extrema izquierda, como su candidato, rechazando al centrista Manuel Valls, primer ministro hasta hace muy poco. Hamon hace que Bernie Sanders parezca un político convencional. ¿Sus políticas? Quiere rebajar la semana de 35 horas a solo 32 e introducir una renta básica universal, con un coste superior a 400.000 millones de euros. El partido ha abandonado el terreno central (sea lo que sea lo que necesita Francia, una semana de 32 horas no es la respuesta).

    Por su parte, Fillon está siendo investigado por las sumas ingentes pagadas a su mujer Penelope, de origen galés. El martes, la policía francesa registró su despacho en busca de pruebas. Todavía está por ver si se presentarán cargos y el candidato insiste en que no ha actuado mal, pero ya le ha afectado en las encuestas. Cuesta imaginárselo haciendo campaña de reformista con esas alegaciones en contra suya. Quizá más significativo sea Macron, que ha salido de la nada, pero ha ganado impulso. El exministro de Economía ha creado su propio partido con una campaña de reformas y renovación. Se acerca a toda prisa a Fillon en busca del crucial segundo puesto en la primera ronda. Si lo consigue, según las encuestas obtendría una victoria fácil sobre Le Pen.

    ¿El desenlace final? Vaya usted a saber. Fillon está plagado de escándalos y podría sucumbir a Le Pen. El radical Hamon podría galvanizar bastante apoyo entre un electorado enfadado después de años de estancamiento y llegar a la segunda ronda y derrotar a Le Pen. Macron podría hacerse con el primer puesto y garantizarse la presidencia aunque sin un programa ni un partido que le permita gobernar eficazmente. Lo cierto es que cualquiera de los cuatro candidatos podría ganar y hacer prácticamente cualquier cosa en el poder. Los mercados poco a poco empiezan a darse cuenta. El rendimiento de un bono francés a 10 años se ha duplicado desde principios de mes, del 0,5% al 1%. El diferencial contra los bunds alemanes se ha ensanchado drásticamente, hasta llegar a su nivel más alto en tres años. Los agentes empiezan a contabilizar cierto riesgo político en el rendimiento de bonos franceses, con toda la razón. Esos diferenciales se ensancharán aun más. Dos de los candidatos podrían ser catastróficos para la economía. Le Pen ha amenazado con un proteccionismo a lo Trump y salirse del euro, aunque no tiene planes claros de cómo llegar hasta ahí. Hamon promete gastos salvajemente irrealistas, con cargo únicamente a un nuevo impuesto a robots. Fillon y Macron son mucho más creíbles, aunque solo hasta cierto punto. Francia no está en absoluto preparada para los recortes del gasto estatal que promete Fillon y lo último que necesita Francia es un presidente que entre cojeando con un mandato débil y se pase cinco años eludiendo su enjuiciamiento. Macron puede que sea el más joven y refrescante de los candidatos, y muy pronto se convertirá en el favorito de los mercados y las grandes empresas, pero sus políticas son tan ambiguas que no sabría qué hacer en el Elíseo. Como ministro de Economía sonaba convincente, pero hizo bastante poco: desregular las rutas de autobús fue uno de sus contados grandes logros y cuesta creer que más autobuses sean la respuesta al problema nacional.

    La pura realidad es que Francia ha perdido competitividad inexorablemente desde que se creó el euro. En el año 2000, su porcentaje de las exportaciones de bienes y servicios de la eurozona era del 17%, según datos de CEO Rexecode. En 2016, se había reducido al 13,4%. Entre 2015 y 2016, perdió otro 0,2% de cuota de mercado. La economía no ha recuperado su nivel pre-crisis de producción y el paro sigue situándose cerca del 10%, uno de los niveles más altos del mundo desarrollado. El repunte modesto del crecimiento en el último trimestre parece nada más que un aumento cíclico discreto, pero las tendencias a largo plazo apuntan hacia abajo.

    Después del Brexit y Trump, los mercados buscaban una victoria sencilla de un candidato convencional y avezado en Francia. Ahora es casi imposible. Al menos hasta mayo, apostar contra Francia en el mercado de bonos es el negocio más fácil del mundo, porque el desenlace nunca había parecido tan caótico.