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Obama y Trump, títeres mediáticos de la oligarquía económica

    Barack Obama y Donald Trump.<i>Foto: Efe</i>.

    Julio Anguita

    En mi tierra andaluza la palabra cristobita servía y sirve para denominar a los títeres de guante. La chiquillería sentada en el suelo asistía arrobada y cautivada a los enfrentamientos con claquetas que portaban las dos figuras antagónicas del sempiterno argumento: el inocente y candoroso héroe y el maligno truhán que siempre terminaba perdiendo. Los niños lo pasábamos bien y el artista recogía su exigua soldada.

    Aquel sencillo e ingenuo espectáculo de las plazas públicas ha sido sustituido por la exhibición de titulares, epítetos, naderías, facundia mediática y lenguaje delirante que diariamente se despliega ante el telespectador, radioyente o lector.

    El héroe y el villano mudan de figura y semblante, pero no de rol. El titiritero es casi inaccesible a los espectadores. Echen los lectores un repaso a la hemeroteca y verán cómo la llegada de Obama a la Presidencia de EEUU fue presentada como una especie de parusía cristiana; cuando no el trasunto de San Martín de Porres. Tras la dádiva del Nobel llegaron Libia, Siria, la continuidad de Guantánamo o las faenas de la CIA.

    Ahora el guiñol presenta al contrapunto. Y es la antítesis de Obama en figura, lenguaje, estilo y discurso. El actual Presidente se lleva la palma en zafiedad y primitivismo. Pero no olvidemos que el guión de la narración y el movimiento escénico de los personajes sigue siendo obra del mismo titiritero: la oligarquía económica y político- mediática de EEUU. El resto de instituciones internacionales, dependientes en mayor o menor grado del centro de decisiones, ayudan a mantener la tensión y el clima de la representación.

    La irrupción sorpresiva de Donald Trump a causa del desencanto, cabreo y hartura de los votantes con las dos versiones homologadas de la misma política, le va a servir de acicate y estímulo al autor del cristobita para configurar al cabeza de turco de las próximas felonías. Tras él, llegará el bueno para normalizar y hacer presentable la nueva situación creada por el malo. Tiempo al tiempo.