La bella confusión
Mariano Guindal
La bella confusión (1963) era el titulo original que Federico Fellini había pensado para su obra maestra, pero al final decidió llamarla 8 y 1/2, simplemente porque era la octava y media en su filmografía, ya que la anterior era un conjunto de historias rodadas por cuatro directores italianos.
El film trata del conflicto creativo con el que se enfrenta en plena etapa de confusión. Se trata de una bonita parábola para aplicársela a Matteo Renzi, quien en un momento caótico de su carrera politica decide tirar por la calle del medio.
A Fellini le salió de cine y, tal vez, ¡Dios lo quiera!, a Renzi también. Es cierto que lo tiene todo en contra: las encuestas dan el 55% al no; todos los partidos están enfrentados con él, desde la derechista Forza Italia de Berlusconi hasta el Movimiento 5 Estrellas, pasando por los críticos de su propio partido; la prensa internacional, encabezada por The Economist, quiere que pierda; y probablemente hasta Donald Trump, porque así se desencadenaría una nueva tormenta que debilitaría al euro hasta el extremo de hacerlo desaparecer.
Y a pesar de todo ello, Renzi puede ganar, porque lo que propone tiene mucho sentido común. Reducir el poder legislativo del Senado es una condición sine qua non para que el Gobierno alcance un alto grado de estabilidad imprescindible para afrontar las grandes reformas que necesita el país. Como muestra un botón: en los últimos 70 años en Italia ha habido 63 Ejecutivos. Exactamente lo contrario de lo que parecen querer los españoles que, tras 40 años de estabilidad, todo indica que buscamos la italianización de la vida pública.
La situación recuerda a 1986 cuando Felipe González inexplicablemente convocó el referéndum sobre la salida de España de la OTAN. También lo tenía todo en contra y en el último momento ganó, probablemente por el vértigo que produce el vacío. Esto es lo que puede pasar en Italia, después del sorprendente resultado del Brexit, y del no menos disparatado triunfo de Trump. Si esto fuese así, y los italianos se lo piensan dos veces y gana el sí, la socialdemocracia tendría un auténtico líder europeo, como pasó con González que ganó cuatro legislaturas, y lo que no es baladí, se daría un giro de 180 grados a la manipulación populista.