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Atentos al 'repunte Renzi' y al 'salto Le Pen'

    El primer ministro italiano, Matteo Renzi, junto a la líder francesa de ultraderecha Marine Le Pen. Foto: Reuters.

    Matthew Lynn

    La economía británica estaba abocada al fracaso si el país elegía marcharse de la Unión Europea. El índice FTSE-100 se descompensaría en 20 puntos porcentuales o incluso más, los precios de la vivienda se desplomarían y la producción se secaría. El Dow iba a bajar varios miles de puntos en la mañana en que se supo que Donald Trump sería presidente de Estados Unidos. El dólar se precipitaría al vacío, China se vendría abajo ante la amenaza de una guerra comercial y el único activo que valdría la pena sería el oro.

    Había un problema con esos pronósticos convencidos y ha resultado ser bastante serio: no se han materializado. Al contrario, lo que pasó fue el rebote del Brexit y el golpe de Trump. Los títulos acabaron estando muy por encima que antes de las dos votaciones.

    Y eso plantea una pregunta interesante a los mercados financieros: ¿por qué se siguen equivocando con las elecciones? ¿Y por qué siguen prediciendo catástrofes que no llegan a tener lugar?

    La respuesta es que casi todas las personas que integran los mercados forman parte de las elites contra las que votan las personas y están tan comprometidos con su propia agenda que no pueden imaginarse que una economía sobreviva a su desmantelamiento. Mientras eso sea verdad, seguirán equivocándose. Cuando Italia vote contra su primer ministro reformista Matteo Renzi esta semana, se pronosticará una catástrofe y después vendrá el repunte Renzi. Incluso si la líder francesa de ultraderecha Marine Le Pen fuera elegida presidenta en mayo, podría haber perfectamente un salto Le Pen.

    No hay duda de que la mayoría en la City creía sinceramente que la economía británica se iría a pique con la decisión de abandonar la UE y se llevaría a todo el mercado del capital con ella. Las carteras se vendieron a todo trapo antes de la votación. Nadie podrá negar tampoco que la mayoría de los inversores creían que la victoria de Clinton en las elecciones presidenciales de este mes sería buena para el mercado, mientras que si se llevaba el premio Trump, ocurriría un desastre. Probablemente jamás lleguemos a saber cuánto dinero se perdió cuando el desenlace final resultó ser totalmente distinto pero está claro que los mercados se han vuelto muy pero que muy malos a la hora de leer las tendencias electorales y juzgar sus consecuencias. Veamos por qué.

    En primer lugar, la política ha aumentado la división entre las elites y las anti-elites. Nadie sabe exactamente por qué. Podría ser porque las desigualdades han empeorado desde la crisis financiera. O porque ha surgido una clase política profesional con grupos de presión corporativos que se ha distanciado demasiado del votante de a pie. O tal vez sea porque los medios sociales han ofrecido un micrófono al ciudadano que antes no tenía prácticamente voz. Sea cual sea la explicación, el referéndum del Brexit se opuso principalmente a la opinión de las elites que querían permanecer en la UE.

    Del mismo modo, el apoyo a Trump podría haber estado impulsado perfectamente por el desencanto con el sistema, independientemente de que fuera un presidente plausible o no.

    Si es así, a los miembros de los mercados financieros les resulta muy complicado leer con certeza lo que está ocurriendo, por la sencilla razón de que ellos pertenecen a la elite. Nadie en la City ha conocido jamás a alguien que haya votado Brexit y nadie en Wall Street se ha topado con ningún votante de Trump, y por eso no hacen más que patinar con los resultados. Están en la misma burbuja que aquellos contra los que vota la gente.

    El segundo problema, más serio, es que los mismos inversores (ya sean banqueros, gestores de fondos o corredores) están demasiado implicados en una economía global dominada por instituciones como la UE, Nafta, ONU... No conciben que una economía funcione bien sin que esos organismos supervisen el comercio. En realidad, su impacto se sobrevalora. Los gobiernos no hacen el mercado; lo hacen los empresarios y los clientes. Reino Unido podría demostrar que la UE importa poco al rendimiento económico de un modo u otro. Y Trump podría demostrar que los presidentes no pintan demasiado en una economía del tamaño de la de EEUU sobre todo si se tienen en cuenta otros factores como la demografía, la tecnología y la productividad. Los mercados ponen demasiado énfasis en ambos.

    En los próximos meses, veremos más estallidos populistas y oiremos más y más pronósticos de hundimiento financiero si tienen éxito.

    En Italia, Renzi se enfrenta a un referéndum el próximo mes que se ha convertido en un voto de confianza. Si lo pierde, como parece que hará, quizá tenga que dimitir, pero ¿la Bolsa italiana se hundirá por ello? En realidad, ya ha bajado casi un 30 por ciento este año, por lo que cuesta imaginarse que pueda empeorar. Un primer ministro populista que amenace con llevarse al país del euro podría conseguir el acuerdo que Italia tanto necesita: dinero para rescatar a sus bancos e inflar la economía. Las acciones subirían como la espuma con ese resultado.

    ¿Los títulos franceses se hundirían si Le Pen se convirtiera en presidenta de Francia? Al principio, tal vez (habrá mucho miedo, sin duda) pero aunque casi todas sus políticas sean totalmente tóxicas, probablemente tiene razón en que Francia no puede prosperar mientras esté atada a una unión monetaria con Alemania. El salto El Pen en el CAC-40 no es en absoluto inimaginable.

    Ahora mismo, los inversores están cometiendo dos grandes errores. Primero, han perdido la capacidad de leer el clima político y averiguar qué Gobiernos pueden salir elegidos. Peor aún, suponen que los populistas en el poder perjudicarán al capital, cuando suele ocurrir lo contrario. Hasta que lo solucionen, seguirán equivocándose y perderán mucho dinero mientras tanto.