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La reacción proteccionista y España

  • El comercio exterior fue clave para que el PIB español se sextuplicara

Juan Velarde Fuertes

Como señala Jaime Requeijo en el artículo La incorporación de la economía española a los mercados mundiales, aparecido en el número monográfico La economía española en el reinado de Juan Carlos I de Información Comercial Española, mayo-junio de 2016, "a partir de 1959, el modelo autárquico se había ido desvaneciendo progresivamente, pero los cambios políticos iniciados en 1976 y culminados en la Constitución, eliminaron no solo las barreras políticas sino también, y de forma progresiva, las económicas". Y esto lo ratifican las cifras.

En el mismo número de Información Comercial Española, José María Serrano Sanz, en el artículo La economía española en Europa más allá de 30 años, señala que se observa, por ejemplo, que "la relación comercial y financiera con los socios europeos ha crecido, aunque no de un modo espectacular. España ha pasado de vender un 51,8% de sus exportaciones en 1985, a un 55,6 en 2016 a los mismos socios". Pero, añade, que lo que sí ha sucedido ha sido la culminación de aquella Unión Ibérica, tan favorable para la economía española, que en vano se había buscado en el siglo XIX.

Sabido es que Cánovas anunció su fin en 1892. Pues bien; como señalan Marcela Sabaté Sort y Ana Belén García Andía en La contribución ibérica a la creación de comercio comunitario, en la Revista de Economía Aplicada, nº 33 de 2003, nuestras exportaciones a Portugal han pasado del 3,4% de las ventas exteriores de España en 1985, a 7,2% en los primeros años del siglo XXI. Y a más de esto el profesor Serrano Sanz en el artículo citado señala que, en el año 2015, "el coeficiente de apertura al exterior de la economía española, medido a través de la balanza de bienes y servicios, fue de un 63,7%", cifra que hace que España sea, entre las grandes economías europeas, una de las más abiertas, "solo superada por Alemania, pero por delante de Francia, Italia y Gran Bretaña". Y para que comprendamos el papel de impulso del PIB, indicaré que la apertura exterior de 1948 era solo del 6,42%.

Una de las explicaciones de que de 1948 a 2014 el PIB por habitante se haya sextuplicado, se encuentra en ese camino hacia el exterior. Tengamos en cuenta que entre 1947 y 1959, o sea, 11 años después, el PIB a precios de mercado en pesetas 1958, había subido un 5,9%; y en cambio, desde 1959 a 1970, también en 11 años, el incremento fue de un 124,8%. España, pues, en grandísima medida, tiene su futuro económico basado en cuatro cosas: en una apertura grande al exterior, lo que se completa con una creciente liberalización empresarial, con un equilibrio presupuestario, con un mercado interior sin problemas, y con paz social.

Y, de pronto, todo eso se puede trastocar. En primer lugar la subida al poder de Trump va a determinar una creciente dificultad para comerciar con los Estados Unidos. El proteccionismo amenaza uno de los mercados donde, progresivamente, habíamos conseguido ventajas crecientes.

La esperanza de lograr, simultáneamente con toda la Unión Europea, una liquidación progresiva de los derechos aduaneros norteamericanos y, a su través, asentarnos en Canadá y México; e incluso consolidar nuestras relaciones con otras áreas del Pacífico, corren un serio riesgo de desaparecer. Con Trump parece evidente que lo que ha dicho sobre el freno a las importaciones puede dañar a España.

Pero, además, para empeorarlo todo, en Europa han surgido cada vez con mayor fuerza tendencias proteccionistas en prácticamente todos y cada uno de los miembros de la Unión Europea. El Brexit puede ampliarse y nuestros grandes compradores, comenzando con Francia y Marine Le Pen, no tienen, ni de lejos, el talante de Schuman.

Literalmente hay que señalar que ya ha desaparecido aquel espíritu común que unió a Adenauer, Schuman, De Gasperi y Spaak. La mejor bandera de Manoilescu izada en el célebre artículo Arbeitsproduktivität und Aussenhandel publicado en el Weltwirtschaftliches Archiv en 1935. ¿Volvemos a aquellos tiempos, cuando España había probado la verdad de los argumentos críticos respecto a Manoilescu, quien, por cierto, visitó Madrid poco antes de nuestra Guerra Civil, dentro de las actividades ligadas al príncipe Bibesco y de su célebre esposa, hija de Asquith? Así nos iba de mal en nuestro desarrollo, como precisó entonces Perpiñá Grau.