Firmas

La empresa española cree en el futuro


    Juan Rubio Martín

    El análisis del tercer Ecobarómetro de elEconomista revela datos que pueden calificarse de positivos. Antes de comentar las conclusiones principales, conviene recordar que este indicador tiene en cuenta, principalmente, tres variables, a saber: la evolución de la creación de empresas, su situación financiera y a qué ritmo se está creando empleo.

    Pues bien, el publicado hoy, correspondiente al tercer trimestre del año, refleja unas conclusiones que para nada indican un empeoramiento de las perspectivas del tejido empresarial, a pesar del actual clima de incertidumbre política. En primer lugar, la creación de empresas está, en este trimestre, en máximos desde 2014. Este indicador es muy relevante porque mide las expectativas de futuro y de nuevos negocios. En segundo lugar, los empresarios confían en que finalmente tendrá lugar un pacto para formar Gobierno, lo que, además de conseguir la ansiada estabilidad política, hace que el crecimiento de las contrataciones consiga su tasa más alta del año. Y finalmente, en el conjunto de las autonomías, se aprecia una clara mejoría de la capacidad de pago; en definitiva, de la solvencia de las empresas españolas. En conjunto, la lectura cruzada de los indicadores sugiere que la actividad económica sigue en aumento, y que las empresas son optimistas ante el futuro; si no fuera así, no aumentarían el empleo.

    Estos resultados están en sintonía con las últimas estimaciones de la tasa de crecimiento del PIB, del 0,8 por ciento en tasa trimestral (por tercer trimestre consecutivo) y del 3,2 por ciento en tasa interanual, referidos ambos al segundo trimestre (INE y Banco de España). Junto al presente Ecobarómetro y otros indicadores recientes (matriculación de vehículos, consumo de electricidad, tráfico aéreo, etc.) parecen indicar que no se está produciendo un frenazo de la economía. Todo lo contrario, la tendencia en los próximos meses podría ser, incluso, de una cierta aceleración; por ejemplo, si continuara el buen comportamiento de las exportaciones y de la demanda interna (consumo e inversión). También los organismos internacionales de previsión tienen pronósticos favorables. El FMI prevé un crecimiento para este año del 3,1 por ciento, situándose España como el país con mejores perspectivas entre los más avanzados para este segundo semestre, creciendo lo mismo que la media mundial para el conjunto del año, algo que desde hace tiempo resulta extraño entre los países más desarrollados.

    Pero claro, como con frecuencia se ha comentado, no hay que caer en un optimismo exacerbado, ya que la situación es frágil y dependiente de factores externos, como algunos ?vientos de cola? que empiezan a agotarse, o lo van a estar próximamente (precios del petróleo y tipos de interés). La propia coyuntura económica internacional puede tener cierto impacto negativo en la economía española. Muchos de nuestros vecinos crecen más lentamente (según el FMI, Francia un 1,3 por ciento; Italia, un 0,8 por ciento...). Y, sobre todo, estos altos ritmos de crecimiento de la economía española (desde hace más de 2 años y medio) no se han reflejado con suficiente intensidad en la evolución del empleo. España continuaría con tasas de paro inaceptables aunque creciera varios años a los ritmos actuales. El FMI señala un desempleo del 19,4 por ciento para 2016, y del 18 por ciento para 2017, con lo que seguiremos siendo el segundo país de la Eurozona con mayor paro, solo por detrás de Grecia. Y hay varios países con tasas de paro por debajo del 5 por ciento (caso de Alemania, a pesar de que el crecimiento de su economía será del 1,7 por ciento este año).

    El FMI advierte sobre el excesivo crecimiento de la deuda pública, que obligará al próximo Gobierno a adoptar ajustes fiscales adicionales. Y es que creciendo más del 3 por ciento la recaudación ha descendido, lo que ha obligado al Ejecutivo en funciones a reformar el Impuesto de Sociedades.

    En consecuencia, no basta con crecer más, sino que es necesario crecer mejor. El optimismo que reflejan los datos del Ecobarómetro, sin duda, ayuda mucho. Pero hay que mirar al largo plazo para erradicar los problemas estructurales de la economía (baja productividad y desindustrialización, entre otros). Siguen siendo esenciales políticas originales (tecnológicas, financieras, educativas y laborales principalmente) para movilizar a un tejido empresarial que, según el último Ecobarómetro, cree en el futuro, hacia sectores de más valor añadido y, en consecuencia, hacia la verdadera creación de riqueza y empleos de calidad. El continuismo no es suficiente.