Firmas
El sopor español: de no enfrentar las causas de los problemas a recrearnos en sus consecuencias
Julio Anguita
El diccionario de la RAE define al sopor como modorra morbosa persistente. El sopor, por otra parte, conlleva muchas veces la delectación morosa de recrearse en algo injusto, escandaloso o incívico, pero sin intención alguna de cambiarlo. En España el chiste y las tertulias sobre los acontecimientos y hechos torvos e ilegales, no pasan nunca del regocijo compartido en el WhatsApp, Twitter, etc.
No incitan a la acción ni al compromiso de la ciudadanía para erradicar la situación. Se quedan en el plácido duermevela de la resignación o, en bastantes casos, la identificación con lo criticado bajo la excusa y la coartada de que todos son iguales. Políticos, sindicalistas, intelectuales se recrean y refocilan un día y otro con el maná perverso de las consecuencias pero no se atreven a afrontar las causas.
Los medios, casi exclusivos distribuidores de la mercancía sedante, no gustan tampoco de la reflexión, la palabra reposada y el discurso lógico; no se lo permiten el tiempo tasado o el espacio para publicar. Pero menos aún se lo permite el horror a perder la audiencia de adictos al sopor.
Gürtel, Púnica, Noos, Bankia, tarjetas black, Eres... copan titulares, pero ¿en qué momento se analizan los orígenes y las razones profundas económicas, sociales, políticas e ideológicas? ¿Cómo es posible que el discurso patrio no repare en que la UE es una cuestión nacional en la medida en que se ha cedido soberanía sin control alguno sobre esa cesión? ¿Cómo es posible que muchos patriotas sigan votando a corruptos que han dilapidado el erario de la Patria?
¿Cómo critican a quienes apuestan por la secesión si ellos ya la han hecho con sus caudales a buen recaudo en paraísos fiscales? ¿Cómo se puede hablar de la intangibilidad de la Patria y su futuro cuando sus hijos y nietos ya no tienen ni lo uno ni lo otro? Y es que la llamada crítica con formato de revista del corazón, no es otra cosa que la permanente vacuna que el poder inocula y con la que seda a sus víctimas. Sigue presente la España de Larra.