Firmas

'Homo economicus' y 'Brexit'

  • Puede ser una oportunidad para reforzar los principios de la UE

Enrique Verdeguer Puig

El antes, el durante y el después del referéndum del Brexit constituyen para mí una caja llena de sorpresas. De todas ellas, la más significativa es la que se produjo tras conocerse los resultados de dicha consulta. Me refiero al hecho de que en el Reino Unido los conceptos más tecleados en los principales buscadores de Internet fueron: ¿Qué es la Unión Europea?, ¿qué países componen la Unión Europea?, ¿qué implica salirse de la Unión Europea?

Dicho de otro modo, en la era de la hiperinflación de la información, buena parte de los ciudadanos de un país desarrollado parecía haber votado con un altísimo grado de desconocimiento de lo que estaban votando y de sus implicaciones. Este hecho pone bastante en entredicho una de las bases de la teoría de la elección, según la cual los individuos en su toma de decisiones tratan de utilizar el máximo de información relevante y disponible existente.

Da la sensación de que, al final, muchos ciudadanos votan más con, permítanme la expresión, la víscera que con la mente fría. Este hecho es especialmente sintomático en un país como es el caso del Reino Unido donde la mayoría de los principales partidos políticos e instituciones se habían manifestado de manera más o menos contundente a favor de la permanencia, lo que también refleja el distanciamiento entre el mundo institucional y la sociedad civil.

En el fondo, subyace una cierta sensación de que se vota más "en contra de" que "a favor de" y en un contexto en el que los votantes no responden necesariamente a la pregunta estricta que se les hace sino en el que parecen mezclarse muchas más cosas.

Creo que el resultado del referéndum nos debería incitar a la reflexión y hacer un cierto ejercicio de autocrítica. En su Breve Historia de Inglaterra, Chesterton afirmaba que los ingleses tenían claro que entre "libertad, igualdad y fraternidad" optaban por lo primero.

La Unión Europea se ha revelado, en muchos aspectos, como un proyecto extraordinario, especialmente en un continente que, no debemos olvidar, tiene un pasado sangriento notable, pero eso no quita para que tenga sus lagunas y sus deficiencias, no siendo menor esa sensación de plutocracia y de legitimidad democrática frágil.

Cuando en tantos países se cuestiona el proyecto, resulta poco consistente reaccionar matando al mensajero y achacar todos los males a un problema de comunicación. Al contrario, creo que es ahora más que nunca cuando hay que replantearse muchos aspectos.

En este sentido, mucho se le ha criticado a Cameron la convocatoria del referéndum. Es cierto que sorprende un poco la aparente ligereza de todo el proceso. No parece excesivamente de recibo el que una consulta de estas características no tenga ningún tipo de criterio sobre el porcentaje de participación, o sobre el tipo de mayoría exigida.

El resultado de esta aparente ligereza se ha traducido en una fractura social, territorial y generacional en un país que, aunque no fuera ni tan siquiera parte del euro, o del acuerdo de Schengen, ejercía un contrapeso no cómodo pero en ocasiones necesario sobre el proyecto comunitario. A la fractura interna hay que añadirle un riesgo de contagio evidente hacia otros países de la UE, lo que sí tendría un efecto demoledor para el conjunto. ¿Se imaginan hablando dentro de no demasiado tiempo de la posibilidad de un "Frexit"?

En todo caso, sería un craso error descargar toda la culpa en el anterior primer ministro británico. Al fin y al cabo, simplemente puso en marcha una promesa electoral, algo que en nuestro país, curiosamente, nos sorprende, y al contrario de lo que había pasado en el caso de Escocia, esta vez el resultado le fue contrario. Como dicen algunos, jugó con fuego y se quemó. Mi argumento es que el gran problema no sólo es que se quemara, sino fundamentalmente que hay fuego y convendría apagarlo o apaciguarlo, con argumentos y reformando lo que sea necesario.

¿Y ahora qué? Quizás ésa sea la otra sorpresa. Se ha votado por salir de un sitio sin que parezca demasiado claro el procedimiento de salida, más allá de cuestiones muy generales. Desde mi punto de vista, cualquier proceso traumático de salida sería contraproducente para ambas partes. De hecho, hasta algunos piensan que dicho proceso es reversible.

Volver a un mercado común, como resultado de una unión aduanera y una zona de libre comercio es una alternativa si bien es cierto que la relevancia de lo que se acuerde es que puede abrir el camino para otros estados miembro, siendo además conscientes de que el tema de la libre circulación de personas es el más complejo y sensible. Hasta ahora no había precedente, ahora lo estamos creando y hay que tener cuidado con mantener la credibilidad de todo el proceso.

Es cierto que, en ocasiones, hay que dar un paso atrás para poder dar dos pasos adelante y queriendo hacer de la necesidad virtud, es posible que el Brexit constituya una oportunidad para reforzar y consolidar los principios originales de la UE.