La Democracia dentro de las Naciones Unidas
Julio Anguita
Hace unos días la organización Friends of Israel Initiative que lidera Aznar ha lanzado una acusación terrible contra la ONU. Le atribuye que está recibiendo a dictaduras con los brazos abiertos y de institución corrupta y antioccidental. Añade además que el citado organismo acosa a Israel.
Desde entonces, aparecen en tertulias y foros, opiniones que inciden en esta línea. La última que oí decía que las Naciones Unidas eran un cobijo de dictaduras. Creo que el origen de esta ofensiva es múltiple, pero no me resisto a comentar el que creo más importante.
No es una novedad que la ONU desde su creación adoleció de estructuras democráticas en la medida de que el Consejo de Seguridad tenga a cinco miembros permanentes con derecho a veto. Tampoco es de recibo que la Asamblea General solo pueda hacer resoluciones sin carácter vinculante. Recordemos las numerosas veces que la Asamblea condenó el bloqueo de USA a Cuba. Sin embargo esta crítica nunca ha sido difundida por países occidentales de la zona de influencia de EEUU e Israel. ¿Cuál es entonces el problema?
La ONU ha sido capaz de aprobar una Declaración de Derechos Humanos, unos Pactos vinculantes sobre la misma materia en 1966 y una Carta fundacional que sirve de norma y guía a las relaciones internacionales, especialmente en caso de conflicto o guerra.
El TTIP contempla la creación de un tribunal especial de arbitraje que sustituya, en parte, las competencias de los órganos judiciales nacionales y europeos. Un tribunal con presencia decisiva de las grandes corporaciones económicas. Sería una ONU de la globalización económica pero con total garantía de que sus decisiones se aplicaran rotundamente.
En la batalla entre el derecho y la barbarie que supone el neoliberalismo globalizador, son los defensores de ésta quienes lanzan su campaña ante la opinión pública. Mientras los teóricos defensores de los DDHH hacen como la pianista del saloon en el Farwest: intentar silenciar o poner sordina a los disparos.