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¿Cuáles son las cinco prioridades de Theresa May?

  • Uno de los pasos más inteligentes sería aumentar el gasto militar
Theresa May, primera ministra británica. Foto: Getty.

Matthew Lynn

Seguramente haya habido otros primeros ministros que asumieron el cargo en circunstancias más arduas. Winston Churchill, en mayo de 1940, se enfrentó nada menos que a la II Guerra Mundial. David Lloyd George, en diciembre de 1916, tuvo que lidiar con la derrota de la Batalla del Somme. Harold Macmillan, en enero de 1957, hizo frente a la crisis de Suez.

La tarea de desligar a Gran Bretaña de la Unión Europea no se sitúa exactamente en la misma escala que las anteriores pero ahora que Theresa May toma las riendas de Downing Street, tendrá ante sí un desafío que pondría a prueba hasta al político más avezado.

El Reino Unido ha votado al Brexit pero la pregunta en las papeletas era directa y no dejaba espacio a los matices ni a la flexibilidad. ¿Qué clase de Brexit quiere el país? ¿Una retirada completa? ¿Una membresía asociada, en la línea de Noruega y Suiza? ¿Su propio estatus, como Noruega, pero con control de la inmigración? Ahora mismo nadie lo sabe. Y lo que es peor, el resto de la UE se muestra hostil lógicamente, molesto de que Gran Bretaña se vaya y nervioso por no animar a otros facilitando demasiado la salida.

En unos pocos meses, May tendrá que resolver la relación del Reino Unido con Europa, definir su nuevo lugar en el mundo y aplacar el miedo del mercado sobre que el voto al Brexit sea solo el comienzo del retroceso de la globalización. ¿Por dónde empezar? Centrándose sin obsesionarse en Europa, solicitando el ingreso en otras zonas comerciales, impulsando la economía, incrementando el gasto en defensa y ayuda exterior, y manteniendo las fronteras abiertas.

El partido conservador británico quizá estuvo a punto de estallar con la victoria del Leave en el referéndum y la renuncia de David Cameron pero tiene varios siglos de historia y no ha durado tanto sin suficientes técnicas de supervivencia. Se ha reorganizado rápidamente con Theresa May, que se hará cargo sin oposición. No exhala precisamente carisma (pensemos en una versión sosa de Hillary Clinton) pero es dura, competente, detallista y hábil negociadora. Esas cualidades harán falta en los próximos meses.

Las cinco prioridades

Para tener éxito en su mandato, necesita concentrarse en cinco grandes prioridades.

Primero, centrarse en Europa pero sin obsesionarse. La mejor opción para el Reino Unido sería ser miembro del Espacio Económico Europeo manteniendo el control de la inmigración. La mayoría de los líderes de la UE se oponen y cuesta entender el porqué. Para que Alemania siga vendiendo a los británicos muchos coches no es necesario que cualquier alemán pueda entrar en el Reino Unido y viceversa, aunque si tiene que ser, que sea.

Lo principal es acabar con la incertidumbre y entablar una nueva relación comercial. Si hace falta basarse en la normativa de la Organización Mundial del Comercio, pues bien. A Canadá le va muy bien como una economía de tamaño medio, de habla inglesa, abierta y orientada al exterior. No hay ninguna razón por la que el Reino Unido no pudiera hacerlo también. Conseguir el mejor acuerdo posible no importa tanto como zanjarlo y seguir adelante.

Segundo, unirse a otras zonas. La UE es un gran bloque comercial pero no el único. La Asociación Europea de Libre Comercio es la más obvia (ya incluye a Suiza y Noruega). NAFTA podría cambiar perfectamente su nombre por el de Tratado de Libre Comercio del Atlántico Norte; ni siquiera tendría que cambiar el acrónimo en inglés. Es un bloque comercial mayor que la UE y el Reino Unido sería un miembro natural.

La Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión se está viendo retrasada indefinidamente en Europa pero Gran Bretaña podría acceder en cuestión de semanas. Firmar con otros bloques señalaría que el Reino Unido sigue siendo un país que cree en el libre comercio, aunque no en la versión pergeñada en Bruselas.

Tercero, impulsar la economía. Nadie puede adivinar cuál será exactamente el impacto del Brexit pero la confianza se verá mermada y eso no suele ser bueno. El Reino Unido puede permitirse relajarse con el déficit presupuestario durante unos años. Algunas bajadas de impuestos, sobre todo para las empresas, y el gasto en infraestructuras ayudarán a mitigar el bajón. Empecemos con un gran aeropuerto en Londres que sustituya al achacoso de Heathrow; ayudaría a la economía y dejaría claro que el país está abierto para los negocios.

Cuarto, aumentar el gasto en defensa y ayuda. La peor consecuencia del Brexit sería que Gran Bretaña diese la espalda al mundo, aunque sea lo que quieren algunos de sus defensores. Uno de los pasos más inteligentes de May será prometer mantener el gasto militar y aumentar el presupuesto de ayuda exterior del 0,7% al 1% del PIB, situándose entre los más altos del mundo.

A la vez, se abriría el mercado alimentario británico a productores del mundo en desarrollo. Y es que tiene mucho más sentido ayudar a los agricultores marroquíes que a los franceses. La Gran Bretaña post Brexit debería aspirar a ser uno de los países más generosos y comprometidos con el extranjero.

Quinto, dejar las fronteras abiertas. La inmigración puede haber sido uno de los grandes temas del referéndum y habrá que bajar las cifras de los 300.000 actuales, pero la economía necesita muchos trabajadores y el país se beneficia del influjo de personas cualificadas y diligentes. La clave está en el control, no en los números. May debería comprometerse a permitir la entrada de 250.000 personas al año en el país y no querer reducir por debajo de eso.

No podrá conseguirlo todo. Tendrá que mantener unido el partido, respetar la opinión de la mayoría que votó Leave y negociar con el resto de Europa. Si logra solo una parte de esto, habrá hecho un favor al país y estará en buena posición para ganar sus propias elecciones en 2020.