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La doble moral de la caverna con los Derechos Humanos y la Constitución

    Imagen: Getty.

    Julio Anguita

    Antonio Ramos Oliveira (1907-1975), redactor del diario El Socialista en 1930, refiere en su Historia de España que en plena restauración del absolutismo de Fernando VII, se creó una sociedad secreta que propugnaba la reinstauración de la Inquisición y la implantación de una monarquía en la que se fundiesen el Trono y el Altar.

    Postulaban que los "negros", es decir los liberales, debían ser "exterminados hasta la cuarta generación". Dicha sociedad tomó el nombre de El ángel exterminador.

    En la España del siglo XXI han ido apareciendo en editoriales, comentarios y alocuciones políticas auténticos trasuntos de aquella decimonónica y absolutista organización. No debemos extrañarnos, el franquismo sociológico, cultural y político que todavía anida en determinadas mentes ha vuelto por sus fueros. Y es que en realidad el franquismo ha sido la adaptación de la España negra del absolutismo clerical, montaraz y trabucaire a determinados estratos.

    El páramo intelectual y cultural en que se han instalado tiene el atractivo de dar explicaciones y justificaciones que constituyen el pan nuestro de cada día para mentes perezosas y nada proclives a razonar, sopesar y contraponer visiones. Así se ha ido construyendo la ideología que ha centrado su existencia en la búsqueda de un culpable, llámese éste judaizante, morisco, liberal, republicano o comunista.

    Las manifestaciones más agresivas de este cáncer que continúa transitando por nuestra Historia quedan para segundones, medios con pocos lectores y determinados guerrilleros en la red. Son las primeras filas de algunas formaciones políticas, publicaciones o asociaciones denominadas culturales quienes destilan la misma excrecencia, aunque con aditamentos superficiales de economía y sociología que apenas sirven para velar los intereses y privilegios de grupo que defienden. La caverna invoca una y otra vez los DDHH y la Constitución, pero maldice, estigmatiza y exorciza a quienes les recuerdan la obligación de aplicar ambos textos.