Firmas
El metal de los salarios reales o por qué tienden a ser tan bajos
Julio Anguita
En 1817 el economista David Ricardo publicó La ley de hierro de los salarios. La tesis central de la obra defendía que los salarios reales tenían una tendencia hacia el nivel mínimo de subsistencia de los trabajadores. De no ser así se entraría en un proceso de mayor depauperación de los trabajadores porque estos, al vivir mejor, engendrarían más hijos que harían bajar los salarios por exceso de mano de obra.
El ministro Fernández Díaz ha declarado que el contrato indefinido forma parte de la Historia. Por su parte el Banco de España ha dicho que se debe aumentar la contratación indefinida, pero evitando que una excesiva protección acabe desincentivando la creación de empleo. No cabe duda de que estamos ante dos manifestaciones antológicas de la barbarie social.
Condenados al subconsumo
Tal doctrina se contradice con las propias ideas básicas de la sociedad de consumo defendida por el capitalismo hasta hace poco. Una población en la que solo unos pocos trabajan y además con bajos salarios, y sin garantías de estabilidad está condenada al subconsumo en lo más elemental.
Por otra parte, estamos ante la negación absoluta de los DDHH, la Carta Social Europea de 1961 y la vigente Constitución Española. ¿En qué consiste el Estado de Derecho para el señor ministro o qué Constitución es la que el Banco de España debe acatar y desarrollar en sus informes?
Pero no nos engañemos y caigamos en la ingenuidad de que estos ataques a la esencia de la democracia obedecen a desviaciones perversas del carácter personal, o a la deslealtad constitucional de algunas instituciones económicas. El problema es de mayor calado y gravedad. El sistema capitalista está haciendo saltar por los aires el pacto social que consiguió en el segundo tercio del siglo XX.
No se trata sólo de que el proceso de depauperación de una mayoría se haga en beneficio de una minoría, sino que el propio genoma del sistema no puede, por mor de la competitividad exacerbada, cumplir su teórica aquiescencia con los DDHH. La ficción ha terminado.