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Los mercados globales deben prepararse para un verano de 'Trumponomics'

    El candidato a presidente de los EEUU, Donald Trump. <i>Reuters.</i>

    Matthew Lynn

    El impago de las deudas del Gobierno americano; una guerra comercial con China; un muro a través del continente para mantener a raya a los mexicanos; una prohibición de visados a musulmanes; recortes fiscales masivos, sin pensar cómo pagarlos, y el déficit por las nubes; y viajes gratis en jet privado para los pelirrojos. Está bien, lo último me lo he inventado? Las demás son políticas (si se pueden llamar así) propuestas en la campaña de primarias por el hombre que se ha asegurado la candidatura republicana a la presidencia: Donald Trump.

    Habrá que ver si Trump se acerca a lo convencional ahora que se ha asegurado la nominación, si consigue mantener el apoyo de su partido y cómo le va contra la candidata demócrata Hillary Clinton. Una cosa es segura: la candidatura de Trump, tenga éxito o no, tendrá repercusiones en los mercados globales durante el verano.

    Paradójicamente, el principal efecto podría darse fuera de Estados Unidos. Una constitución bien redactada implica que los presidentes americanos tengan poca capacidad para gestionar la política interna, sobre todo si no controlan el Congreso, pero tienen mucho poder en política exterior, ya sea político o económico. El miedo a la Trumponomics afectará a los precios en general. Por ejemplo, esperen ver más problemas en China, un riesgo mayor de que la Unión Europea se escinda, una recesión y posible crisis de los mercados emergentes, y un aluvión de turbulencia financiera cuando el mundo reevalúe la seguridad de las tenencias en dólares. Pocos mercados se beneficiarán (Rusia, por ejemplo, será menos un Estado paria) pero serán contados.

    A principios de año, pocas personas, al menos fuera de Estados Unidos, esperaban que Trump consiguiera el nombramiento. Era demasiado hortera, demasiado extremo y sin suficiente experiencia en el Gobierno para poder ganar. A medida que se desarrollaron las primarias, ese punto de vista ha resultado ser del todo erróneo. A los seguidores de Trump les gusta exactamente eso. Por supuesto, todavía queda mucho para las elecciones y pueden pasar muchas cosas de aquí a noviembre (un hombre con un pasado tan polémico como Trump podría perfectamente explotar antes de eso), pero ahora es una carrera de dos caballos y nunca se puede descartar del todo a un animal, sobre todo porque la propia Clinton tiene muchos reacios agrupados en contra.

    ¿El resultado?

    Por poco que nos guste, los inversores de todo el mundo tendrán que asumir la posibilidad de un Gobierno Trump. Cuando lo hagan, el desenlace no será agradable. Lo más importante que hay que tener en cuenta es que los hombres que redactaron la Constitución de Estados Unidos estaban obsesionados con limitar el poder del ejecutivo y evitar el poder exagerado de ningún presidente (tal vez pensaban en un populista al estilo de Trump). Por esa razón, si acaba en la Casa Blanca, podría encontrarse con pocas posibilidades de influir en la política interna. Eso sí, casi todas las palancas de la política exterior las controla el presidente, por lo que podría afectar mucho más fuera de su propio país. Esto es lo que podría pasar.

    Primero, una de las pocas promesas coherentes de Trump suena a guerra comercial con China. El país asiático exporta 481.000 millones de dólares de cosas a Estados Unidos al año, mientras que importa 116.000 millones en productos estadounidenses. Supongamos que suben los aranceles y el valor de esas exportaciones se divide por la mitad. Se crearía inevitablemente una recesión masiva en China y ondas de quiebras e impagos. Casi tan grave sería una marejada de bienes fabricados con destino a Estados Unidos inundando otros mercados y bajando los precios, con el consecuente hundimiento del empleo. Todo eso supondría un enorme arrastre para los mercados de capital, materias primas y divisas.

    Segundo los mercados emergentes, por lo que sabemos, a Trump no le gustan. Podemos descontar ya el mercado mexicano, porque levantaría un muro entre él y EEUU, (y eso no suena muy propicio para el comercio). La prohibición de entrada a los musulmanes en Estados Unidos no caerá precisamente bien en Oriente Medio ni Indonesia (es difícil prosperar si no puedes negociar en serio con la mayor economía del mundo). De África no ha dicho mucho, pero cuesta creer que desee su éxito. Rusia podría quedar mejor (curiosamente, Trump parece aceptar a Vladimir Putin) pero todos los demás países sufrirán.

    Tercero, Europa. Una guerra comercial lastimará a Europa casi tanto como a China. Alemania es un gran exportador a Estados Unidos, como lo es Gran Bretaña. Ambos países sufrirán. Peor aún, su ascenso envalentonará a los populistas de todas partes, y en Europa sus equivalentes quieren romper el euro y la UE.

    Por último, el dólar y los Tesoros. Trump ya ha dejado caer una propuesta estrambótica de renegociar las deudas de EEUU, o pedir prestado más para pagar sus grandes recortes fiscales. Y sin embargo, el dólar y los bonos del Estado son la piedra angular del sistema financiero global y la base de las reservas bancarias de todo el mundo. Como mínimo, la posibilidad de impago (hasta ahora prácticamente impensable) tendrá que tenerse en cuenta.

    Estados Unidos no es la potencia dominante que fue. A medida que otras economías se desarrollan, su cuota de producción global ha caído obviamente. De hecho, eso es en parte contra lo que arremeten los defensores de Trump. Pero sigue teniendo mucho poder. Es inevitable que los inversores del resto del mundo se sientan nerviosos por los posibles efectos de un Gobierno Trump, y eso hará que el verano sea muy pedregoso para los mercados.