¡Que viva España!
Ana Samboal
A las víctimas del terrorismo se las desprecia e incluso se las insulta. Los más comedidos les ponen la etiqueta de extrema derecha, los más osados las califican de fachas.
Los asesinos, condenados por un juez, con cientos de muertos y familias rotas a sus espaldas, desfilan con orgullo por la calle, desafían a los que exigen que al menos pidan perdón y disfrutan de minutos de televisión en horario de máxima audiencia.
Los que han blanqueado capitales o escondido sus bienes para no hacer frente a sus responsabilidades con sus conciudadanos se han acogido a una amnistía fiscal que les ha permitido aflorar su dinero a un coste del que bien querríamos disfrutar la mayoría de los contribuyentes.
Los que incomodan a la Agencia Tributaria o al Gobierno con sus declaraciones o posiciones políticas, se enfrentan, en el mejor de los casos, a una declaración paralela. En el peor, sus datos fiscales o sus disputas con los inspectores aparecen en los periódicos y en los espacios radiofónicos y televisivos.
Los criminales salen de prisión cuando apenas han cumplido una tercera parte de su condena. Los investigados por corrupción, todavía presuntos, abren los telediarios convenientemente esposados. Las cámaras suelen llegar antes que la policía.
El que milita en la izquierda, mejor cuanto más extrema, es un demócrata que quiere el bien de todos los seres humanos. De momento, se permite la socialdemocracia. Los liberales no deben existir y la derecha se ha convertido en sinónimo de ignominia. Hasta tal punto, que ni el PP se declara como tal.
Esto es España... Dicen que es una democracia representativa y plural en la que rige el Estado de Derecho.