Firmas

La eterna milonga de la herencia recibida y el poder del autoengaño

    Imagen: Getty.

    Julio Anguita

    Los últimos datos sobre el incumplimiento del déficit previsto para finales del 2015, ya reiteradamente advertidos por Bruselas, están sirviendo para poner en evidencia la inmensa capacidad de autoengaño, ligereza y escapismo de la mayoría de fuerzas políticas.

    Cuando Mariano Rajoy asumió la Presidencia del Gobierno y se entregó a una política de recortes sin precedentes -siguiendo los acuerdos emanados de la UE- puso como excusa para explicar la contradicción entre lo prometido en la campaña electoral y la realidad de su política, la herencia recibida.

    El que una fuerza política del bipartito alternante en las tareas del Gobierno aduzca desconocimiento de datos a los que ha tenido acceso directo a través de la experiencia política del control parlamentario o las informaciones de altos cargos de las diversas administraciones es de una falta de seriedad extraordinaria.

    Algunos dirigentes del PSOE que creen estar ya instalados en la Moncloa, han comenzado a hacer recaer en el PP la responsabilidad de los hipotéticos incumplimientos en las hipotéticas políticas de cambio negociadas en el mènage à trois en el que están implicados con Ciudadanos y Podemos. Pareciera como si los datos que arrojan la necesidad de recortar 24.000 millones de euros a finales del 2017, hubiesen sobrevenido de manera inopinada y sorpresiva.

    Lo trágico de la cuestión estriba en que sí hay una herencia que pesa como una losa sobre cualquier tímido intento de hacer políticas económicas y sociales mínimamente adecuadas al texto constitucional de 1978. Esa herencia es la que las fuerzas políticas han ido creando y desarrollando bajo el mito del europeísmo de Maastricht y tratados subsiguientes.

    Por eso resulta hiriente a la recta razón basada en datos, experiencias y el sentido común, creer e inducir a que los demás lo crean, que sin cuestionarse los supuestos de la actual UE puedan realizarse políticas económicas y sociales mínimamente concordes con la Carta Social Europea de 1961, todavía vigente.

    Mientras los que aspiran a gobernar no tengan esto claro, a lo más que podrán aspirar es a engrosar la cola de pedigüeños ante la UE demandando flexibilidad en los plazos a cambio de mayores y onerosos compromisos.