Firmas

Juntos por la igualdad en todos los sentidos


    José Luis Perelli, Maite Ballester

    ¿Tenemos una muestra representativa de mujeres en nuestras empresas? ¿Contamos con programas de concienciación en los que se fomente el educar en igualdad? ¿Existen hechos comprobables de que la presencia femenina en la empresa mejora los resultados de la misma?

    España ha dado un salto cuantitativo y cualitativo en los últimos años en todas estas cuestiones de igualdad de género, pero el peso que tiene hoy en día la mujer en la sociedad y en el mundo empresarial sigue siendo, en general, bastante residual.

    El Día Internacional de la Mujer que celebramos el pasado 8 de marzo es una cita ineludible para homenajear todos los logros conseguidos por las mujeres, pero también es un momento inexcusable para hacer balance y analizar qué más se puede hacer para alcanzar plenamente la equidad de género.

    El mundo sigue estando marcado por una mayor presencia masculina en todos o casi todos los ámbitos, desde el plano político a incluso el de la propia empresa. Actualmente, y aunque se percibe un cambio de mentalidad y renovación, las mujeres no ocupan todavía ni siquiera el 20% de los puestos en Consejos de Administración de las empresas del Ibex 35, según datos publicados recientemente. Un porcentaje mínimo que nos debe obligar a todos a reflexionar y a aunar esfuerzos para aumentar la proyección de las mujeres con actitudes y aptitudes.

    Numerosos estudios corroboran, además, la importancia de la presencia de la mujer en la empresa. Un reciente informe elaborado por EY, junto con Peterson Institute for International Economics, asegura que la diversidad de género puede generar un punto porcentual más de margen neto en aquellas empresas globales rentables que cuentan con al menos un 30 por ciento de mujeres en la alta dirección. Algunas de las características que se asocian a las mujeres son su tendencia a tomar decisiones más orientadas al largo plazo y a ser más conservadoras en sus aproximaciones a los problemas y retos que afrontan las empresas a diario. No obstante, más allá de estas afirmaciones, es un hecho que la diversidad es un valor que sin duda hace crecer más a la empresa.

    Pero los beneficios de una empresa diversa no se limitan solamente a lo económico, sino que al final es una forma de enriquecer el día a día de una compañía con nuevas formas de gestión, con distintas maneras de entender el trabajo y de atraer el talento que tanto necesitan nuestras empresas para fomentar la competitividad y continuar con el crecimiento.

    El mundo necesita, por tanto, dar todavía un paso más adelante en la equidad de género para que todas las personas, ya sean hombres o mujeres, puedan desempeñar igualmente funciones de máxima responsabilidad o, dicho de otra forma, ocupar posiciones de liderazgo.

    En este sentido, España debería abanderar o liderar, como país desarrollado, moderno e innovador, este proceso transformador. Un trabajo que requiere de mucho esfuerzo, educación y de una gran conciencia social. Educar en igualdad a los más jóvenes resulta fundamental y contribuye, al fin y al cabo, a tener un futuro más diverso e igualitario en el que los hombres y las mujeres cuenten con las mismas oportunidades.

    Es necesario que los políticos y las empresas continuemos, tanto a nivel nacional como internacional, adoptando medidas que favorezcan la igualdad de género e implementando medidas de conciliación familiar para que en ningún caso pueda ser un obstáculo en la carrera profesional de la persona.

    Las empresas jugamos, de hecho, un papel fundamental en la potenciación de la igualdad de sexos y en el emprendimiento. Nuestro Premio Emprendedor del Año (PEA) o las recientes iniciativas que hemos puesto en marcha para impulsar a la mujer como emprendedora son un claro ejemplo de la concienciación y confianza que tenemos en esta cuestión como firma global de servicios profesionales a través de la Fundación EY.

    Sólo cuando no haya distinciones entre hombres y mujeres, cuando no existan diferencias salariales y cuando se valoren a los profesionales por sus conocimientos y capacidades -sin estar condicionados por el sexo- podremos hablar del 8 de marzo como un día más del calendario, y no como un día en el que reivindicar algo que debería ser y que, por el momento, es algo incipiente: la plena igualdad del hombre y la mujer.