Pedro Sánchez tenía la llave y se la ha entregado a Podemos
Ana Samboal
El resultado de las urnas dio a Pedro Sánchez la llave del Gobierno de España. Con sus noventa diputados podría haberle exigido a Mariano Rajoy la vicepresidencia y un buen puñado de ministerios a cambio de mantenerle en Moncloa. Tenía también la opción de empujar hacia la derecha a Ciudadanos, bendiciendo con su abstención una alianza de Albert Rivera con un Partido Popular que, en términos de imagen, no pasa precisamente por su mejor momento.
Dos apuestas arriesgadas pero que, bien jugadas, le habrían consolidado ante los electores como seria y única alternativa, con perfil europeo, de corte socialdemócrata, en un futuro cercano.
Ha optado por la tercera: erigirse en el centro sobre el que pivota toda la negociación, pactando con Ciudadanos y entregando a Podemos uno de los más preciados bienes que obtuvo el 20-D: la llave.
Pablo Iglesias, como no podía ser menos, ha decidido usarla. De momento, es él quien marca los tiempos. Y pondrá el precio de cualquier acuerdo. El de entrar en el Gobierno, si es que decide ignorar a sus barones, ya lo conoce Sánchez: el control de todos los resortes de poder real del ejecutivo. El de la abstención, si es que el podemita llega a planteárselo, tampoco será barato.
Una legislatura así, a golpe de rueda de prensa y cartas lacrimógenas, puede resultar, para Ferraz, un auténtico infierno.
Tiene Iglesias una opción más. Y esa la usará en función de su única y exclusiva conveniencia: forzar la convocatoria de unas nuevas elecciones generales. Así que, sin quitarle a Sánchez el mérito de haberlo al menos intentado, esta jugada a corto plazo le puede salir, a largo, muy cara. Cuentan que los barones socialistas esperan con expectación el desenlace.