Queda mucho por ver antes de que se convoquen nuevas elecciones
Ana Samboal
Tras el complejo escenario político que han dibujado las urnas, Madrid es, más que nunca, el patio de vecinos en el que los rumores circulan por doquier. Cada cual, por pura vanidad o interés, defiende su quiniela. Y de todo hay porque cualquier cosa puede ocurrir.
El último grito en cotilleos es la supuesta conspiración en el seno del PP. Y cierto es que algún compañero agradecería que Rajoy se echase a un lado. Ya circulan los nombres de los posibles recambios. Alguno que otro se hace el consiguiente autobombo. Pero hoy por hoy no van más allá de esperar a que sea él, por propia voluntad, el que dé el primer paso.
En Moncloa son conscientes de que tienen pocas oportunidades para formar Gobierno. Por no decir ninguna. Si hay un hecho incontestable es que es Sánchez el que tiene la llave de la investidura. Y parece que el de Ferraz ha decidido esquivar el fantasma del Pasok convirtiéndose en presidente. Lo va a intentar, ya lo ha dicho. Y los suyos le van a dejar hacerlo, porque no hay partido, nuevo o viejo, que resista a la tentación de tocar poder.
Otra cosa serán las consecuencias. Con su "cortesía" hacia los nacionalistas, el secretario general del PSOE se asegura, al menos, su abstención en la segunda votación. Sólo necesita mayoría simple. Si, después de la bendición de los separatistas catalanes y el PNV, Podemos no le apoya, sería Iglesias el que tuviera que justificar ante los electores por qué impidió la formación de un Gobierno de izquierdas.
¿Quién ha dicho que a él le convienen unas nuevas elecciones? Ahora que Colau, Oltra y compañía han descubierto la estafa de los cuatro grupos en el Congreso, se lo pensarían muy mucho a la hora de ponerse de nuevo la camiseta morada en campaña. Sin ellas, Podemos vería muy mermadas sus fuerzas. ¿Quién ha dicho que no hay partido? Antes de que se convoquen nuevas elecciones, si es que se convocan, hay mucho por ver.