Firmas

La necesaria altura de miras tras el 20D

  • Solo Podemos ha trazado líneas rojas difíciles de asumir por sus rivales

Carmelo Encinas

Diálogo: ése fue el término que pronunciaron todos y cada uno de los líderes políticos que comparecieron públicamente la noche electoral. Diálogo para afrontar el resultado diabólico que revelaba el escrutinio. Ni a izquierda ni a derecha se vislumbra una combinación clara que pueda proporcionar el necesario acuerdo de Gobierno. Así que en esta excepcional ocasión las referencias al buen rollo y la mano tendida o la exaltación de la altura de miras no pueden ser el adorno de un bonito discurso ante la galería. Esta vez se necesitan de verdad.

Es obvio que tal y como ha quedado dibujado el equilibrio de fuerzas, la aritmética parlamentaria exige una nueva geometría de pactos necesariamente abierta e imaginativa. Este país no puede permanecer mucho tiempo inmerso en la incertidumbre. Con una economía aún muy débil y necesitada de estímulos que la mantengan en la senda del crecimiento, un déficit lejos aún de estar sometido, la deuda publica en el 100 por cien del PIB y unas cifras de paro todavía insoportables, la política no puede ser un problema. La política es el arte de lo posible y su única y legítima razón de ser es garantizar el derecho, la libertad y el bienestar a los ciudadanos a los que se debe.

El pueblo español ha expresado una evidente voluntad de cambio en los términos que manifestaron el domingo las urnas. Sobre todo queda claro que quiere otra forma de gobernar y de entender el ejercicio de la propia política puesta al servicio de la gente, no al de los partidos que la ejercen.

Quienes forman parte de la solución a este sudoku que nos dejó el 20-D habrán de hacer un esfuerzo ciclópeo por cambiar la mentalidad vigente y entender las exigencias de un tiempo nuevo en el que no han de tener cabida los enfrentamientos estériles. La hasta ahora inexistente cultura del consenso ha de dar paso a iniciativas que permitan no solo la gobernabilidad de España, sino abordar con rigor y seriedad los grandes asuntos que tenemos pendientes. Asignaturas como la educación, el sistema de pensiones o el modelo productivo que nos permita prosperar en un mundo hipercompetitivo, no se aprueban con la bronca permanente. Han de conjurar cuanto antes la incertidumbre y evitar una inestabilidad enormemente perniciosa en cualquier circunstancia pero especialmente nociva en la coyuntura actual.

La prioridad ha de ser el interés de la nación y de su ciudadanía por encima de los intereses personales y de partido. Esto que parece obvio no siempre primó en el proceder de los partidos y en esta delicada circunstancia dudo de que la gente esté dispuesta a perdonar los egoísmos. El retrato que ofrezcan de su actitud puede elevar o hundir las expectativas futuras de cada formación.

De los cuatro actores con papel principal solo Podemos ha trazado por ahora líneas rojas difíciles de asumir por los otros tres grandes protagonistas de la acción. PP, PSOE y Ciudadanos suman más del 70% de la cámara y en ellos ha de estar la solución. Por muy diferentes motivos, a ninguno de los tres les conviene repetir las elecciones en el mes de marzo. Ni siquiera al Partido Popular que, aunque probablemente engordaría en esa segunda vuelta, nunca llegaría a la mayoría absoluta. La perspectiva más probable sería un debilitamiento de Ciudadanos y del propio PSOE, en beneficio de Podemos, lo que podría crear aún mayores dificultades de gobernar.

Así que el tiempo apremia y mientras se van cumpliendo las obligadas fases y trámites parlamentarios lo inteligente y responsable es no perder un solo minuto, ponerse las pilas con la mente abierta para encontrar cuanto antes un encaje que le permita a España tirar hacia delante. No esperemos a que nos metan presión los mercados o nos manden recados desde fuera, si es que todavía no los han mandado.

Italia lo resolvió en el 2011 poniendo de primer ministro durante año y medio a Mario Monti por acuerdo de tres partidos. Por fortuna la nuestra no es una situación tan agobiante y aquí cabrían otras soluciones menos exóticas y de mayor calidad democrática. Es cuestión de romper los viejos moldes mostrando generosidad y altura de miras. El pueblo español sabrá premiar a quien así proceda.