Cataluña a la intemperie
- Ante la amenaza del terrorismo, la veleidad separatista es muy peligrosa
Ignacio Nart
De prosperar las ensoñaciones independentistas nos encontraríamos solos y a la intemperie frente a la amenaza terrorista. Con un país fuera de la Unión Europea y de sus estructuras policiales y seguridad y sin el paraguas protector de la OTAN, con unas estructuras de inteligencia y contra-terrorismo propias limitadas; reconocido por nadie y aislado internacionalmente nuestra seguridad estaría seriamente comprometida frente al terrorismo islámico que según declaraciones del ministro del Interior constituye una amenaza singular en nuestra Cataluña.
España, por su posición estratégica en el flanco sur de Europa, es un país clave en la prevención y la lucha contra el terrorismo islámico que se agazapa en la orilla sur del Mediterráneo. ISIS, con fuerte presencia en la costa Libia, se nutre de ese espacio anárquico, de ese inmenso agujero negro que abarca el sur de Libia y el norte semidesértico de los países fronterizos de Mali, Nigeria, Chad, Sudan donde han establecido sus redes y alianzas con Boko Haram y otros grupos afines.
La inmediatez de esa amenaza, su importancia, viene subrayada por las recientes maniobras militares de la OTAN, Trident Juncture 2015, que el pasado octubre tuvieron lugar en España, Italia y Portugal. "La inestabilidad y los riesgos del flanco sur están ya muy cerca de las fronteras de la OTAN", reconoció en Zaragoza su secretario general, el noruego Jens Stoltenberg. La reconquista de Al Ándalus un término que abarca toda la península ibérica y parte del Languedoc y Rosellón es un objetivo declarado de esos nuevos bárbaros cuyo propósito declarado es volver a sumergirnos en las tinieblas de una nueva Edad Media.
Ante esa amenaza sangrante cuya realidad se nos ha hecho manifiesta en toda su barbarie y crueldad recientemente en París es descabellado pensar que cualquier intento de trocear un activo tan importante para la defensa de Occidente como España tiene posibilidad de prosperar. El efecto dominó que tal escisión podría suponer alentando las corrientes separatistas en Euskadi, Galicia, Canarias y Baleares no se le escapa a nadie.
Ante la amenaza real y constatada en toda su barbarie de este nuevo nazismo de inspiración islámica, cualquier veleidad separatista, cualquier intento de escisión no será ni amparada ni tolerada por los miembros de la UE ni por la comunidad internacional. Hoy mas que nunca los desafíos a los que nos enfrentamos exigen unidad y acción conjunta en la defensa de nuestra civilización.
Anida en nuestro seno una quinta columna de una bestialidad y crueldad extrema para la que no existen causas que puedan ayudar a entender, controlar o desactivar este nuevo cuño de terroristas. La misma sinrazón que lleva a un joven americano a entrar armado y masacrar a sus compañeros de estudios es la que anima a estos jóvenes musulmanes nuestros a un suicidio vengativo y nihilista.
Gente incapaz de generar su propio proyecto vital y que necesitan revestirse de grandes ideales para ocultar su fracaso personal mediante un colosal autoengaño. Suicidarse es una acto de desesperación al no saber superar los avatares de toda vida, pero matarse llevándose por delante todo aquello a lo que no encontramos sentido y que odiamos es todo un subidón para los perversos. No me suicido porque he fracasado, sino que me inmolo para dar sentido a mi fracaso.
Y es a eso a lo que nos enfrentamos: a suicidios con raíces personales que han sido instrumentalizados por una perversa cosmovisión religiosa que estructura y cultiva magistralmente impulsos autodestructivos tan viejos como la propia humanidad. Una patología que no es nueva pero que hoy se reviste de nuevas formas. Recordemos el suicidio colectivo de la secta de los ochenta y ocho Davidianos en Waco abducidos por un descabellado paranoico, o los noventa y nueve seguidores del Templo del Pueblo en Guayana que hace treinta y siete años se suicidaron injiriendo cianuro, o los ochocientos seguidores de la secta ugandesa de Kibweteere que se encerraron en una iglesia a la que prendieron fuego. La lista es interminable.
La matanza de París es el inicio de un nuevo tiempo en el que Europa tiene que despertar de Disneylandia para aterrizar en el mundo real en el que los débiles con escrúpulos son avasallados por los que carecen de ellos. Y ahora toca defenderse, suspendiendo momentáneamente algunos de nuestros mas preciados valores para ponerlos a salvo y poder recuperarlos mas tarde. Para que no desaparezcan definitivamente arrasados por una ola de barbarie.
Anida en nuestro seno una quinta columna de una bestialidad y crueldad extrema para la que no existen causas que puedan ayudar a entender, controlar o desactivar este nuevo cuño de terroristas. La misma sinrazón que lleva a un joven americano a entrar armado y masacrar a sus compañeros de estudios es la que anima a estos jóvenes musulmanes nuestros a un suicidio vengativo y nihilista. Gente incapaz de generar su propio proyecto vital y que necesitan revestirse de grandes ideales para ocultar su fracaso personal mediante un colosal autoengaño. Suicidarse es una acto de desesperación al no saber superar los avatares de toda vida, pero matarse llevándose por delante todo aquello a lo que no encontramos sentido y que odiamos es todo un subidón para los perversos. No me suicido porque he fracasado, sino que me inmolo para dar sentido a mi fracaso.
Y es a eso a lo que nos enfrentamos: a suicidios con raíces personales que han sido instrumentalizados por una perversa cosmovisión religiosa que estructura y cultiva magistralmente impulsos autodestructivos tan viejos como la propia humanidad. Una patología que no es nueva pero que hoy se reviste de nuevas formas. Recordemos el suicidio colectivo de la secta de los ochenta y ocho Davidianos en Waco abducidos por un descabellado paranoico, o los noventa y nueve seguidores del Templo del Pueblo en Guayana que hace treinta y siete años se suicidaron injiriendo cianuro, o los ochocientos seguidores de la secta ugandesa de Kibweteere que se encerraron en una iglesia a la que prendieron fuego. La lista es interminable.
La única novedad reside en la aparición de una nueva secta ISIS que sin escrúpulos instrumentaliza esas pulsiones para crear zombis destructivos. Una secta satánica, que utiliza las redes sociales y un magistral dominio de las modernas técnicas de persuasión para captar a sus victimas con una versión del Islam que desgraciadamente tiene cabida dentro de los textos a menudo contradictorios del propio Corán.
Son nuevos tiempos para los que no existen precedentes. No vayamos una vez mas a hacer frente a esta amenaza asimétrica de esa quinta columna que anida entre nosotros con tácticas policiales convencionales cuando la amenaza tampoco es convencional. Cuando el amable vecino de hoy es el monstruo de mañana. Nos han declarado la guerra y el buenísimo tontorrón nos rinde inermes frente a la barbarie. La democracia exige a veces medidas excepcionales para su defensa y cuando no se puede escoger lo bueno hay que tener el valor para saber decantarse por el mal menor.