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Choque de autócratas

  • La disputa entre Turquía y Rusia puede acabar con todos los acercamientos

Marcos Suárez Sipmann

Por primera vez en medio siglo, un país miembro de la OTAN, Turquía, derriba un avión de guerra ruso. ¿Vuelven Rusia y Turquía a sus acostumbradas malas relaciones? Desde hace siglos la desconfianza y los prejuicios caracterizaron la visión rusa de Turquía. Los turcos, por su parte, consideraron Rusia como una permanente amenaza.

La buena relación personal entre sus presidentes, Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan, ha sido una anomalía. La actual disputa tiene el potencial para destruir la amistad afianzada en la última década. Lo que aparece claro es que no acabará siendo un encontronazo espontáneo olvidado en unas semanas.Para Moscú, el incidente es una clara provocación. Turquía sostiene que el bombardero ruso fue derribado por violar su espacio aéreo, tras repetidos avisos. Sin embargo, la discusión va en realidad más allá. Erdogan y Putin cultivan un estilo parecido de gobierno autocrático. Tienen intereses económicos comunes. Mas, en lo tocante a Siria, sus intereses difieren. Son opuestos. Los rusos desean que Bachar al Asad continúe, para seguir teniendo allí una poderosa influencia. Los turcos quieren justo lo contrario: derrocar a Asad y consolidarse como potencia regional.

Los turcos no abatirían un avión ruso si éste solo rozara momentáneamente la frontera. El problema es que la fuerza aérea rusa lleva algún tiempo bombardeando los pueblos turcomanos del noroeste de Siria y provocando en ellos centenares de víctimas. Históricamente discriminada por el régimen de Asad debido a sus orígenes turcos, la comunidad turcomana de Siria se incorporó a la insurrección a partir de 2011. Es decir, la susceptibilidad turca se explica porque ve los ataques rusos como dirigidos hacia los rebeldes turcomanos. Y Ankara considera como algo esencial la unión entre los pueblos túrkicos. El Ejecutivo turco trata de rebajar la tensión; no así el Gobierno ruso. Tolera, permite, pedradas contra la embajada turca en Moscú y planea dañar los intereses económicos de forma duradera. Putin culpa a Ankara de ser cómplice de los terroristas del autoprocamado Estado Islámico y de islamizar el Estado. Hasta acusa a Erdogan de financiar al EI. No atacará militarmente al país, aunque intentará aislarlo. Habla de "graves consecuencias" para las relaciones bilaterales. Para acabar con los crímenes del EI y el grave peligro que supone para la civilización, una coalición occidental no es suficiente. Tampoco lo es una simple "coordinación" militar en Siria. Como reacción al derribo de su caza, Rusia ha anunciado el emplazamiento de un moderno sistema de defensa antiaérea en su base de la provincia siria de Latakia, con el que repeler aviones a larga distancia. Esto complicaría todavía más esa coordinación internacional. Es cierto que los ataques aéreos rusos contra el EI se han intensificado desde el ataque terrorista contra su avión de pasajeros en el Sinaí. Aun así, está poco claro hasta qué punto quiere colaborar Putin con Occidente. Rusia, aliada del dictador sirio, debe apoyar el cambio político en Damasco. Occidente se puede poner de acuerdo con Rusia en el sentido de involucrar a Asad, manteniéndole -de la forma más breve posible- como un elemento en la solución de transición en Siria.

El derribo del caza ruso por Turquía dificulta la meta de lograr un verdadero gran frente común para derrotar al EI. Lo peor ahora es una confrontación entre potencias regionales.

La OTAN, que ya se encuentra en una situación de extrema tensión con Rusia por la crisis de Ucrania, reacciona. Lo hace mostrándose solidaria con Ankara. Pero no puede limitarse a sostener que "Turquía tiene el derecho de defender su territorio y su espacio aéreo". Al mismo tiempo, intenta ser pacificadora en el tono y las formas hacia Moscú. Plantar cara a Rusia y ganarla como aliado: casi un imposible. No obstante, es imprescindible evitar una escalada. Más que eso: seguir trabajando para que Rusia se integre en la respuesta conjunta al EI.

Aún no ha terminado 2015 y ya podemos afirmar que este es el año del peor desorden político de las últimas décadas. A la amenaza terrorista y las guerras en Siria y otros países se suma la crisis -lejos de estar resuelta- de cómo acoger millones de refugiados en Europa.

Los problemas están interrelacionados. El objetivo principal y primordial es la lucha contra el EI y poner fin a la sangría en Siria. Ello incluye, como vengo sosteniendo, alianzas inususales. Eso significa que, forzosamente, se ha de contar, entre otros, con la presencia de autócratas como Putin y Erdogan.