Volkswagen-Enron
- La desaparició nde la marca sería un desastre comparable a la quiebra de un banco
- La ética debe impregnar las operaciones y procesos de las empresas
J. R. Pin Arboledas
El jueves pasado, en este mismo periódico, proponía que el Gobierno español abriera expediente de devolución de las ayudas dadas a SEAT por los vehículos diésel trucados y, a continuación, suspendiera la ejecución de la sentencia. Ejecución que se aplicaría en función de la reacción de la empresa sobre esos vehículos, clientes, directivos implicados, trabajadores, inversiones, países en donde ejerce su actividad,? Esta recomendación se debe a la complejidad de la situación y la necesidad de tener en cuenta las diferentes facetas del problema.
Hay quién equipara lo ocurrido en Volkswagen en el sector del automóvil con lo que pasó en Enron en 2001 en las finanzas y la comercialización de gas natural. En efecto hay similitudes. En ambos casos hubo falta de ética por parte de profesionales de las compañías inducida por los incentivos que recibían. La segunda similitud es que las dos compañías tenían sistemas de "Buen Gobierno" y "Códigos de Conducta" muy desarrollados, pero que fallaron al detectar y detener el fraude perpetrado por algunos directivos.
También hay diferencias. Enron fue principalmente un fraude a inversionistas y accionistas a quienes se mintió sobre el estado de sus finanzas. En Volkswagen se ha engañado a clientes y gobiernos. Enron era una superestructura radicada en USA, lo que permitió a la industria continuar las operaciones una vez desaparecida la empresa. Volkswagen es un complejo industrial multinacional básico en muchas partes y de difícil sustitución; de él dependen miles de empleos directos y muchos más indirectos. Los efectos derivados de su desaparición serían sistémicos en Europa y probablemente en el mundo.
Sus tratamientos no pueden ser iguales. La ley debe caer sobre quienes cometen fraudes de cualquier tipo. Pero evitando que se produzcan males mayores que recaigan en personas no responsables de los hechos. La defensa de los puestos de trabajo, el mantenimiento de las inversiones, la compensación a los clientes y la continuidad de sus proveedores requieren prudencia en las decisiones. La desaparición de Volkswagen al estilo de la de Enron sería un desastre comparable a la quiebra de un banco sistémico.
Así que el castigo debe recaer sobre las personas que, de alguna manera, hicieron posible el fraude por su decisión, colaboración, omisión o negligencia. A ellos todo el peso de la ley, pero evitando en lo posible, los perjuicios a quienes en realidad son víctimas: clientes, empleados, proveedores, financiadores,? Los accionistas ya tienen su castigo con la bajada en bolsa.
Si, además, se tiene en cuenta que los diferentes países donde produce Volkswagen compiten por instalaciones y puestos de trabajo, España no debe ir de Quijote. Bélgica ya ha anunciado que no tomará medidas por miedo a la pérdida de alguno de los 9.000 puestos de trabajo que la firma alemana tiene en ese país. En Martorell hay 7.000. ¿No sería prudente esperar a ver más reacciones antes de pegar un estacazo? Aunque también es bueno tener preparada la estaca por si acaso. De ahí mi propuesta.
La otra gran consideración de estas experiencias es que aunque las normas de calidad, buen gobierno y comportamiento sean excelentes, el ser humano siempre puede burlarlas. "Hecha la Ley, hecha la trampa", dice el refrán castellano. No son inútiles, son necesarias, pero no son suficientes. Sólo la presencia de personas honestas será capaz de controlar la natural tendencia al error del ser humano.
Pero no hay un "eticómetro" para las personas; y, aunque lo hubiera no sería útil, porque la honestidad se gana o se pierde con el tiempo. De manera que quien hoy parece integro puede ser en el futuro el mayor bandido. Por eso, aunque es loable el establecimiento de reglas que ayuden a los integrantes de la organización a ser "buenos", es necesario que el reclutamiento, la selección, la formación, el estilo de mando y la salida (sí, también la salida) de las personas de la organización, respondan también a principios y ayuden al comportamiento ético. La ética debe impregnar las operaciones y procesos de las empresas. El ojo del amo engorda el caballo, los directivos no pueden abdicar del necesario control que les es obligado.
Se puede anunciar pues que el "caso Volkswagen" va a tener una repercusión en el sector industrial, similar a la que tuvo el "caso Enron" en el financiero, aunque con las características propias. Nada será igual después. Pero la prudencia debe acompañar a las decisiones.