Firmas
Tsipras pasará a la historia entre las lecciones de populismo
Ana Samboal
Es pronto para saber cuánto durará Tsipras al frente de Grecia, pero ya se puede dar por seguro que entrará en los libros de Ciencia Política y en el repertorio de casos de las escuelas de negocio. Su trayectoria, en sólo seis meses, tiene todos los elementos para dedicarle un curso entero.
Con sus aciertos y errores, tanto los acreedores de Atenas como sus gobiernos -unos para cobrar, otros por patriotismo o, simplemente, por renovar el escaño- han buscado un mismo objetivo: sanear las estructuras para poner en pie un modelo de crecimiento.
La luz comenzaba a filtrarse al final del túnel cuando aterrizó Syriza en el gobierno. Recibió una economía que, después de una severísima crisis, comenzaba a dar señales de actividad. Hoy, no sólo se ha frenado esa dinámica, sino que, con el corralito que tardarán semanas en levantar, se ha revertido por completo. Está parada.
La lectura de la gestión política no deja en mejor lugar al primer ministro: negoció amenazando con un riesgo de ruptura del euro cuando ni siquiera tenía dinero que hiciera creíble su amago y convocó un referéndum contra Europa, que ganó, para después aceptar de Bruselas un memorándum mucho más amargo del que se negó a firmar hace sólo tres semanas.
No es que haya regresado a la casilla de salida, es que ha llevado a su país a la posición de 2010. Y, entonces, era fácil culpar a los gobiernos que negociaron la entrada en el euro de las mentiras. Ahora, la desconfianza es la mochila que Tsipras lleva colgada cada vez que pone el pie en una institución comunitaria.
El caso de Syriza demuestra que los ciudadanos que han perdido toda esperanza están dispuestos a apoyar al primero que se cruza en su camino vendiendo, cual crecepelo en una feria, el milagro más inverosímil. Eso explica su triunfo electoral. Lo que demostrará su caída es que el populismo tiene escaso recorrido en la Unión Europea. Lo dicho, toda una lección.