Firmas
Que un cambio en la Constitución no nos lleve a la sumisión
Julio Anguita
Con harta frecuencia, y desde supuestos políticos incardinados en la izquierda, se plantea, más como consigna que como proyecto, cambiar la Constitución. A mí, republicano convicto, me suena bien la letra y la música pero, inmediatamente, se me encienden las luces rojas.
Los españoles a lo largo de su Historia han confiado siempre en el poder taumatúrgico de los documentos legales por sí mismos. Han creído, ingenuamente, que la Constitución formal (el texto escrito), se basta y sobra para erigirse en la norma aceptada por todos en la práctica.
Tras la norma constitucional hay siempre lo que se llama Constitución material; es decir el conjunto de fuerzas económicas, políticas y sociales que hacen posible su cumplimiento o, en su defecto, su inoperancia. El caso de la Constitución española en nuestros días es explícito.
Evitar la sumisión
Conviene tener presente esta realidad a la hora de iniciar procesos constituyentes. Pero también de un tiempo acá, comienzan a apuntarse a la idea del cambio constitucional desde instancias, colectivos y grupos de opinión que hasta ahora, no querían ni hablar del tema. Recientemente hemos sabido que con el mismo sigilo que el TTIP se está aprobando el Trade in Services Agreement (mercado mundial de servicios).
Lo que se está sabiendo hasta ahora, indica la formación de un poder económico y comercial que estará por encima de las Estados y dirigirá la política comercial de servicios al antojo de los interese corporativos multinacionales. Lo que ocurre es que determinados textos constitucionales en vigor, tienen la capacidad de impedir esta dejación de soberanía. Es el caso de la Constitución de 1978. Por eso se debe hilar muy fino, no vayamos a transformar, por falta de fuerza social, el proceso constituyente en la antesala de la sumisión. Construyamos la Constitución material y a continuación redactemos el texto que la representa. Por lo pronto, exijamos que se cumpla la Constitución vigente.